Nuestro sistema económico encuentra una cierta asociación social,
intelectual y moral con la meritocracia. No es especialmente difícil
encontrarnos con individuos, y en muchos casos con pensamientos propios,
que justifican situaciones paupérrimas o de insultante riqueza
basándonos en que el individuo que lo padece merece esa situación.
El término fue acuñado por el sociólogo inglés Michael Young en 1958
con un sentido algo peyorativo, en parte para justificar sus teorías de
un futuro distópico. Pero el origen de lograr una posición “por méritos”
es, obviamente, mucho más antiguo. Podemos decir que se “instala” en la
sociedad a partir de la ruptura con el antiguo régimen y en ciertos
campos como el funcionariado (que realiza oposiciones para lograr su
plaza). El acceso a estos puestos va en función del esfuerzo individual
y no en función de la clase social a la que se pertenece, consiguiendo
así un mecanismo mucho más justo que el preexistente.
Sin embargo,
hay que tener especial cuidado en no generalizar este aspecto a todas
las carreras laborales y profesionales. Ciertas corrientes del
liberalismo más radical, encuentran en la meritocracia una justificación
moral para un sistema en el que no se le debe de prestar ningún tipo de
asistencia al desfavorecido. Pues una vez reducido este a un individuo,
y obviando todo el entorno en el que este ha desarrollado su vida, la
culpa de su fracaso recae solamente en él. Con esto se logra esquivar el
estado hasta sus últimas consecuencias, objetivo principal de estos.
Por su puesto, esta justificación se extiende y se aplica para nuestro
sistema real, que más que liberal se podría calificar de “capitalismo de
amiguetes”, donde sí que existe un estado, pero que principalmente se
apoya en ciertos individuos de éxito en campos muy concretos, casi
estrictamente a nivel empresarial.
Me interesa más despegarnos un
poco de los argumentos reales en contra de una ficticia meritocracia
(donde el tráfico de influencias, la existencia de las herencias y las
muy evidentes mayores facilidades que tiene las clases acomodadas en
“aspirar a más”) e irnos a un plano más teórico. Tenemos que tener muy
presente cual debe ser el objetivo último de nuestra línea de acción e
ideológica, aunque eso nos lleve a contradicciones y cambios durante el
camino. La política y la economía, no son una ciencia, y encontrar
verdades absolutas es querer agarrarnos a un clavo ardiendo que ni
siquiera está clavado. Creer, que en aras de una más que discutible
“justicia social”, debemos realizar una brusca separación entre los
individuos que están capacitados para ciertos campos y para los que no, o
que los individuos no capacitados para ciertas aptitudes merecen ser
apartados de la sociedad es un gravísimo error.
No hace falta ser
adivino para darse cuenta de que vamos a una sociedad más tecnológica y
mecanizada, en el que van a hacer mucha más falta individuos que
demuestren altas competencias en el campo de la lógica y de la
tecnología; y mucho menos individuos de capacidades manuales y físicas.
Una correcta transición se debería planear desde el momento actual, con
un sistema educativo eficiente que intente extraer las mejores
capacidades del individuo y las desarrolle para que pueda aportar un
bien a la sociedad y una carrera satisfactoria para el individuo. La
otra opción (y con ciertos individuos se convertiría en algo inevitable,
independientemente del sistema) es lograr un mayor reparto de riquezas
en base a la mayor producción que generará una mayor mecanización; en
otras palabras, un sistema de subvenciones, en el que se quebraría esa
supuesta y deseada “meritocracia”. Lo ideal, de todas formas, sería
inculcar en la sociedad ciertos valores relacionados con la búsqueda del
saber y de la verdad, trabajar por el bien común y el beneficio
general, pero ya nos metemos en un tema más utópico. Aunque, como he
dicho antes, no hay que olvidar que el fin del camino ha de ser la
felicidad del ser humano como individuo y el desarrollo del ser humano
como especie, no al revés.
[Me da mucha pena tratar un tema con
tantas variantes y tantos matices de forma tan escueta, dejándome muchas
cosas en el tintero y conceptos muy mal explicados. Seguiré indagando
sobre esto]
finalmentelo a lo único que venimos es a ser felices y es eso lo que debemos buscar, sin justificar nuestra felicidad como un medio de desgracia para los demás que es lo que esta pasando en esta sociedad meritocracia...............megusta tu articulo
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