En
nuestra sociedad, de forma alarmante, se observa una aceptación y un
tratamiento de los conocimientos místicos y pseudocientíficos del todo
incompatible con el estado actual de nuestra ciencia. Programas como “Cuarto
milenio” u otros similares sobre espiritismo y ocultismo, así como
publicaciones mensuales de revistas que hablan de ufología, espectros, el más
allá, etc, no hacen sino confundir a la población con sus despreciables formas
de “conocimiento” que, sin sustentarse en el método científico ni en ninguna
base teórica consistente desde un punto de vista lógico, proponen hipótesis
sobre la naturaleza y fenómenos de nuestro mundo que hacen de nuestra era, tal
como Feynman la denominó, “esta era acientífica”...
Me
propongo, por tanto, en este breve trabajo, atacar todo tipo de pseudociencia,
mostrando los motivos por los cuales suponen un paradigma anticientífico en
nuestra cultura por su falta de base empírica, contradicciones internas, etc.
Antes
de comenzar, quiero dejar claro otro asunto; es típico oír defensas alegando
que, siendo la incertidumbre y el anti-dogmatismo ingredientes básicos del
quehacer científico, resulta incoherente negar categóricamente ciertas ideas
propias de las pseudociencias. Pues bien, para mí, resulta obvio que una cosa es
admitir la incertidumbre, convivir con la duda y aceptar el valor limitado de
las teorías científicas –así como la existencia de tantísimos misterios aun por
descubrir y explicar- y otra muy distinta es realizar especulaciones
“extracientíficas” sin ningún tipo de sustento racional potente ni ninguna base
empírica reseñable, planteando cuestiones que rayan el terreno de la metafísica
y que pretenden, sin embargo, tener la categoría de científicas (o al menos su
credibilidad). Por si fuera poco, tales especulaciones no se sitúan en el marco
de ningún paradigma aceptado, sino que las encontramos, siempre y sin
excepción, al borde de la ciencia y constituyendo un desafío para la
racionalidad humana, pero, siempre también, con esa inconfundible chispa que le
proporciona su presentación sensacionalista con la que penetra en la mente de
tantísimos individuos desprevenidos.
Por
otra parte, si alguna vez nos encontramos ante un hecho misterioso, ante algún
fenómeno inexplicable, la postura más inteligente sería reconocer nuestra
ignorancia y especular, sin convencimiento, de la posible naturaleza de tal
fenómeno, suponiendo que algún día recibirá alguna explicación en el marco de
alguna teoría científica; lo que sería, por otra parte, muy triste y
empobrecedor, sería buscar alguna explicación trascendente o mística al margen
de la ciencia, en vez de reconocer que quizá no estemos preparados para
comprender ciertas cosas. Por ejemplo, hace algunos milenios los seres humanos
creían que el sol era un dios todopoderoso, o, hasta la aparición de la Teoría
de la Evolución, que la estructura del ojo en los vertebrados parecía una
prueba indiscutible de que tenía que existir algún tipo de inteligencia
superior. Sin embargo, también se han dado aquellos que, con la mente abierta y
un espíritu curioso con afán de conocimiento, se pararon a pensar y, rechazando
los dogmatismos y los argumentos sin pruebas ni coherencia, reconocieron su
ignorancia y vivieron en una incertidumbre crítica. Ciertamente, si encontramos
algo que no entendemos, siempre podemos decir que es obra de un espíritu mágico
inmaterial, pero eso no explica lo más mínimo, simplemente deja patente que no
sabemos nada.
ASTROLOGÍA
Y UFOLOGÍA
Un
ejemplo de pseudociencia del dominio popular es la astrología, un
conjunto de creencias que afirman que se puede conocer el futuro de las
personas y su personalidad en base a observaciones planetarias y a como los
objetos celestes influyen en los seres humanos. En un principio, en la
notablemente atrasada sociedad de la edad media, carcomida por las guerras, las
monarquías absolutistas y los estados teocráticos, astronomía y astrología
estaban unidas, pero a partir de cierto momento (gracias a Giordano Bruno,
Kepler, Galileo y otros) se separaron de forma definitiva.
Se
pueden encontrar, fácilmente, ejemplos del quehacer de los astrólogos; por
poner en caso, si tecleamos en el buscador Google la palabra “astrólogo”, una
de las primeras entradas corresponde a la página personal de Ismael Gil,
“diplomado en parapsicología y astrología por el Instituto de Ciencias
Parapsicológicas Hispano Americano y por el Centro de Estudios Astrológicos de
Barcelona”.
En su
artículo “Las eras astrológicas”, publicado en la revista Karma en
diciembre de 1999, podemos hallar párrafos de este tipo:
“Cada era está signada por un emergente paradigma que
viene a reemplazar al que, por ley de ciclo, ya está caduco. Por esto, cada
ciclo renovado aporta nuevas consignas, siempre en sintonía con el signo
astrológico que las arropa, valores que siempre impulsa un nuevo líder
espiritual. En Piscis, la era en la que todavía estaremos por largo tiempo, fue
Jesucristo el principal encargado de tan sublime misión. El enseñó el camino de
la fe, de la renuncia y la oración, todos, valores genuinamente piscianos. ”
“La astrología, como disciplina de observación de los
ciclos naturales, estudia la correlación entre el devenir celeste y el
acontecer terrestre, apoyándose en la naturaleza cíclica de toda realidad
objetivada y en la certeza contrastada de la existencia de una interconexión
sutil de todos los planos de manifestación.”
Bien,
la pregunta lógica es, ¿mediante qué experimentos está contrastada esta
supuesta interconexión? A esta pregunta no he hallado ninguna respuesta
satisfactoria.
En
otro artículo, “Consideraciones astrológicas sobre el código penal”, nos
podemos encontrar ridiculeces del siguiente calibre:
“El tránsito de Plutón en Sagitario va a modificar
substancialmente el ámbito judicial en todo el mundo de forma tangible [...].Es
aceptado que Plutón, entre sus múltiples atribuciones, tiene fama de socavar y
minar aquellos contextos o estamentos afectados por su lento peregrinaje,
obligando a llegar al punto de fusión irreversible que permite resurgir de
forma renovada y encarar un nuevo proyecto, más eficiente y operativo.”
A continuación,
cito textualmente la respuesta que recibí tras escribir a un consultorio de
Astrología natal, adjuntando datos personales reales (huelga decir que cuando
una disciplina que pretende ser seria expone sus servicios de forma global y
generalizada a través de internet, con requisitos tan simples como adjuntar
datos personales, la supuesta seriedad de la tal disciplina empieza a ser más
que dudosa)
................
Entre
las personalidades que han declarado públicamente su convicción en la validez
de la astrología, están Richard Tarnas (cuyo libro Cosmos y psique,
aparecido en 2006, exponía las relaciones que, según el autor, existen entre
los movimientos y posiciones relativas de los planetas con la experiencia
humana) y el excéntrico Kary B. Mullis, premio Nobel de química por el
desarrollo de la técnica conocida como PCR (Polimerase chain reaction)
La
astrología se puede desmontar de mil maneras; podría simplemente recurrir al
principio de autoridad, refiriendo que, salvo rarísimas excepciones, todas las
personas con formación en astrofísica, astronomía, matemáticas, etc, rechazan
la astrología, y que los llamados “astrólogos” son personas sin conocimientos
ni cualificaciones profesionales en el campo de la astronomía.
Podría,
también, hacer referencia a los métodos empleados: mientras que los astrónomos
y astrofísicos utilizan a gran nivel las matemáticas y las más refinadas
técnicas experimentales al alcance de la tecnología actual, los estudiosos de
la astrología no siguen el método científico y ni siquiera hacen uso de la
tecnología o de la deducción matemática (propia de todas las ciencia y en
especial de las referentes a la física y la astronomía). Debe aclararse que la
referencia a los métodos de trabajo empleados no puede, como en todo casi sí
podría hacerse con el primer argumentó que esgrimí, tildarse de falaz en ningún
caso, ya que me he limitado a señalar objetivamente como los instrumentos y
herramientas de los que devienen los conocimientos astrológicos son notablemente
más endebles e imprecisos que los métodos usados en materias científicas (como
la astrofísica o la astronomía).
Podría
también mostrar, simplemente, como los horóscopos, no ya de periódicos como el
ABC, sino de revistas “especializadas”, se contradicen entre sí en diferentes
publicaciones y diferentes épocas. Por último, podría, como hacía Carl Sagan,
satirizar este despojo de la cultura humana haciendo notar que “en el momento
de mi nacimiento, debido a la distancia, la interacción gravitatoria entre el
ginecólogo y yo era mayor que la que ejercía el planeta Marte” . También es de
Carl Sagan el siguiente párrafo, que apareció en el libro El mundo y sus
demonios:
“Se pueden formular un buen número de críticas válidas
de la astrología: por ejemplo, su aceptación de la precesión de los equinoccios
al anunciar una «era de Acuario» y su rechazo de la precesión de los
equinoccios al hacer horóscopos; su ignorancia de la refracción atmosférica; su
lista de objetos supuestamente celestiales que se limita principalmente a
objetos conocidos por Tolomeo en el siglo II e ignora una enorme variedad
de nuevos objetos astronómicos descubiertos desde entonces; [...] la
imposibilidad de la astrología de pasar el test de los gemelos idénticos, las
importantes diferencias en horóscopos hechos a partir de la misma información
de nacimiento por diferentes astrólogos, etc.”
Pero
la astrología es solo uno de estos preocupantes y abundantes casos de incultura
científica que cunde en nuestra sociedad. Tenemos, por ejemplo, la ufología, el
“estudio” de los fenómenos OVNI y de los contactos de los extraterrestres con
la humanidad. Antes de refutar brevemente algunas de las afirmaciones de esta
disciplina, me gustaría señalar que, por supuesto, nunca veremos a ningunos de
estos ufólogos asociados al magnífico proyecto S.E.T.I, y que nunca habremos
visto, por supuesto, al profesor Frank Drake o a alguno de sus colegas
defendiendo las ideas y hechos que sostiene la ufología (lo mismo cabe decir
para el caso de la astrología).
Lo
primero que cabe señalar es que, ¡oh, sorpresa!, la ufología tampoco hace uso
del método científico. Y, además, me apostaría todo lo que pudiera, aun sin
haber indagado con demasiada profundidad, a que nunca veremos a Íker Jiménez o
a Juan José Benítez trabajando con un radiotelescopio o manejándose con algunas
ecuaciones.
De
nuevo, creo que es interesante señalar que, entre los ufólogos más
“respetados”, no hay ninguno que provenga de una educación científica (con la
excepción del Dr. Jiménez del Oso, psiquiatra que se pasó posteriormente al
periodismo), siendo la mayoría de ellos periodistas. Soy consciente de que mi
argumento se puede calificar de falaz, en cuanto a que se basa en una variante
del principio de autoridad; no obstante, creo que aquí lo falaz sería afirmar
algo como, “X, que es premio Nóbel y doctor en tal y tal cosa, niega la validez
de P, luego P es falso”, pero yo aquí no estoy proclamando la validez ni la
invalidez de ninguna hipótesis en base a la cualificación o la no-cualificación
de otros, sino que simplemente señalo, objetivamente y como mero indicador
estadístico, que se da la circunstancia de que todos los científicos
reconocidos por su comunidad y que han realizado aportaciones, rechazan la
veracidad de las afirmaciones de los ufólogos (y de los astrólogos) y que los
que realizan tales afirmaciones son personas sin conocimientos, competencias ni
reconocimiento en las disciplinas científicas relacionadas con la naturaleza de
las hipótesis que ellos postulan; si a pesar de ello, el gran público quiere
darle la misma credibilidad a unos y otros, ya es problema suyo.
Pasando
a un breve intento racional de refutar la base de la ufología, al margen de las
anteriores consideraciones (que realmente son extrapolables a cualquier clase
de pseudociencia), un punto importante a señalar es que, de acuerdo con la
teoría, actualmente aceptada y establecida sobre principios muy sólidos (tanto
matemáticos como experimentales), de la relatividad especial de Einstein, la
velocidad de la luz supone un límite físico inalcanzable, en cuanto a que se
requeriría una cantidad infinita de energía para alcanzarla. Así, y
considerando las enormes distancias que nos separan de otros sistemas
planetarios fuera del sistema solar (donde la vida inteligente está descartada con
absoluta seguridad), del orden de decenas, cientos, miles o millones de
años-luz, existe un impedimento tecnológico casi absoluto de que naves de
hipotéticas civilizaciones alienígenas hayan llegado hasta nuestro sistema
solar, y aun considerando que tecnológicamente se superara tal impedimento,
¿quién demonios haría un viaje de cientos de años –¡aun suponiendo que se
pudieran alcanzar velocidades cercanas a la de la luz!- para llegar hasta
nuestro planeta? ¿Y cómo sabría de antemano las coordenadas a dónde dirigirse?
De nuevo, quiero señalar la clave de por qué considero anticiencia tanto la
astrología como la ufología, y es que ninguna de las dos disciplinas sigue el
método científico, hace uso de tecnología para llevar a cabo experimentos
rigurosos, o se sirve de las matemáticas, hechos éstos que indican la escasa,
cuando no nula, fiabilidad de los métodos empleados por estas disciplinas.
CREACIONISMO
Durante
mucho tiempo, se pensó que los seres vivos habían sido creados por algún tipo
de divinidad y que las especies no sufrían cambios a lo largo de los siglos.
Esta idea, sin embargo, resultó falsa, y hoy día sabemos que las especies
evolucionan lentamente mediante el mecanismo de selección natural descubierto
por Darwin, que actúa sobre la variabilidad genética de las poblaciones. Los
partidarios del creacionismo (o del diseño inteligente, que es igualmente una
corriente antievolutiva) afirman que en las enseñanzas de biología se debería
explicar la selección natural y la evolución en contraste con sus “teorías”
alternativas; no obstante, la comunidad científica ha señalado lo disparatado
que resulta esta proposición, dado que ni el creacionismo ni el diseño
inteligente cumplen los requisitos necesarios para ser una teoría científica.
La Academia nacional de Ciencias de EE.UU., en un comunicado llamado Science,
Evolution, and Creationism, mostró su opinión recalcando la importancia de
“diferenciar entre lo natural y lo
sobrenatural, de forma que no se obstaculice el desarrollo de aquellos
elementos que hacen al bienestar de los seres humanos.”[
Además, por
supuesto, la evolución cuenta con multitud de diferentes pruebas que vienen de
diversos frentes, como la anatomía comparada, la paleontología, las más
punteras técnicas bioquímicas, etc. Por mencionar algunas, están los órganos
homólogos, que por un proceso de radiación adaptativa dan lugar a estructuras
con un mismo origen y distinta función (tenemos el ejemplo del quiridio, propio
de los vertebrados tetrápodos); también están las fuertes semejanzas que
muestran los diferentes seres vivos en los comienzos del desarrollo embrionario
(por ejemplo, todos los cordados presentan hendiduras branquiales en algún
momento de su desarrollo, entre otros muchos ejemplos); o, por mencionar
algunas obtenidas desde la biología molecular, la casi total universalidad del
código genético y la utilización por parte de todos los seres vivos del ATP,
hechos éstos que sólo se explican desde un origen común.
Entre los
antievolucionistas más destacados, partidarios del diseño inteligente, están el
matemático y teólogo William Dembski y el bioquímico M. J. Behe, que es el
único partidario destacado del Diseño Inteligente con una carrera en el mundo
de la biología. En su página de presentación de la web de la universidad de
Lehigh (dirección que indico en la bibliografía), se puede leer un comunicado
del propio Behe resumiendo las ideas que expondré a continuación y explicando
que todo sus colegas biólogos disienten de sus opiniones en el campo de la
evolución.
Behe es
particularmente conocido por el argumento de la complejidad irreducible, que
parte de la afirmación del propio Darwin de que “si se pudiera demostrar que ha
existido algún órgano complejo que no fue formado por numerosos y sucesivos
cambios pequeños, mi teoría se desmoronaría por completo.” Lo que viene a decir
Behe, es que existen estructuras biológicas tan complejas que no pueden surgir
como resultado de pequeñas acumulaciones, porque si se quita cualquier
componente de tal estructura se perdería la funcionalidad. Para mostrar este
hecho, pone el ejemplo del flagelo bacteriano. Veamos una de sus ideas
fundamentales, que apareció en su libro La Caja Negra de Darwin: El Reto
Bioquímico a la Evolución:
“El flagelo de las
bacterias es un buen ejemplo [de la complejidad irreducible]. Ellos son como
motores fuera de borda que las células bacterianas usan para su autopropulsión.
Tienen una hélice larga, como un látigo, que es girada por un motor molecular.
La hélice está unida al motor por una junta universal. El motor está sostenido
por proteínas que actúan como una base de estabilización. Otras proteínas
actúan como cojinetes que permiten al eje penetrar la membrana bacteriana.
Hacen falta docenas de proteínas para que obtener un flagelo operativo. En la
ausencia de casi cualquiera de ellas, el flagelo no funciona o no puede ser
construido por la célula.”
El biólogo Kenneth
Miller (profesor de biología en la Universidad de Brown y fuerte critico de las
corrientes antievolucionistas a la par que católico) contestó a este argumento
en los siguientes términos:
“El
punto, entendido desde hace mucho tiempo por la ciencia, es que pedazos y
piezas de las máquinas supuestamente irreduciblemente complejas pueden haber
tenido diferentes (pero aún útiles) funciones. [...] Él [Behe] escribe que la
ausencia de “casi cualquiera” de sus partes hace que el flagelo bacteriano “no
funcione.” Pero un pequeño grupo de proteínas del flagelo sí funciona
sin el resto de la máquina. Es usado por muchas bacterias como un dispositivo
para inyectar venenos a otras células. A pesar de que la función llevada a cabo
por esta parte pequeña es diferente cuando trabaja sola, aún así puede ser
influenciada por la selección natural.”
De esta forma, se
muestra como el argumento de la complejidad irreducible resulta no válido. En
general, mi opinión personal es que uno, si quiere, puede creer que existe una
divinidad sobrenatural controlando en un última instancia el proceso evolutivo,
pero hay que tener claro que esto es una fe personal (como si uno cree en Zeus,
o en Tutatis y Belenos, o en cualquier otro dios en general) que en ningún caso
se puede erigir como una hipótesis con credibilidad científica. Además, hay
otro problema básico en el Diseño Inteligente, y es el hecho de que -caso de
que fuera cierto que existe una inteligencia diseñadora- esta “teoría” no
aporta nada, ya que al explicar la evolución y sus mecanismos se basa en algo
(el presunto diseñador) que, como mínimo, debe ser tan complicado como lo que
se está explicando, por lo que lo único que se consigue es retraer la cuestión
al terreno de lo sobrenatural, donde pretender hacer ciencia no tiene sentido.
Por otra parte,
uno de los mayores y más famosos críticos del creacionismo es Richard Dawkins,
un etólogo y biólogo evolucionista, quien ha calificado a éste de “falsedad
ridícula y estupidizadora”, y que en la tercera parte de su documental, El
genio de Charles Darwin, lanzó algunas opiniones acerca de las críticas al
evolucionismo. Al recurrente argumento creacionista basado en la imposibilidad
de que la evolución diera lugar “de repente” a la perfecta estructura del ojo,
respondió que “el ojo no había aparecido repentinamente. La ciencia ha
descubierto especies en cada etapa de la evolución del ojo, siendo esta
evolución un proceso acumulativo y gradual”. Además, mostró como en realidad hay
diversas imperfecciones en nuestro organismo, como el conocido punto ciego del
ojo, los huesos de leche, etc, incompatibles con la existencia de un “diseñador
inteligente”.
Una confusión
importante que existe en torno a la enseñanza de la evolución, el creacionismo
y el diseño inteligente, consiste en la empobrecedora idea de que se deben
respetar las diferentes creencias de las personas; no obstante, cuanto tal
respeto implica necesariamente la negación de un hecho científico (“La
evolución se ha observado, es sólo que no se ha observado mientras estaba
ocurriendo”, comentó Dawkins en una entrevista), el resultado es una educación
sesgada por culpa de la intromisión de ideas primitivas y supersticiosas en el
campo de la ciencia. Dawkins mencionó este hecho en su libro El relojero
ciego:
“Casi
todo el mundo a lo largo de la historia, hasta la segunda mitad del siglo
diecinueve, ha creído firmemente en lo contrario [a la evolución biológica], la
teoría del Diseñador Inteligente. Bastante gente aun lo cree así, quizás porque
la verdad, la explicación darwiniana de nuestra propia existencia, no forma aun
parte de los planes de estudio generales.” (La traducción es mía).
De
todos los temas tratados en este trabajo, quizás éste sea el de mayor
importancia, ya que las pseudociencias y especulaciones antievolucionistas
suponen un movimiento muy amplio y solidamente establecido en diferentes
sectores sociales (particularmente en Estados Unidos) que constituyen la
negación directa de un hecho científico. Este disparate ha de ser remediado
implantando una educación que sea independiente de la cultura religiosa y de
las creencias, y que se base en las evidencias y en la buena ciencia. De otra
manera, empeoraremos esta triste y paradójica situación en la que, disponiendo
nosotros de todas las ventajas reportadas por la racionalidad a través de la
ciencia, la medicina moderna y lantecnología, vivimos, sin embargo, en una
sociedad carcomida por los ritos y las creencias irracionales.
EL
“MÁS ALLÁ”
Comentaré
ahora un ejemplo más controvertido; el del “más allá”, el de la vida después de
la muerte. En mi opinión, aunque éste es un tema confuso dado que no podemos
obtener datos empíricos, creo que podemos llegar a la posición más científica y
racional posible a través del “argumento fisiológico”, el que esgrimía Bertrand
Russell en su libro Por qué no soy cristiano. Brevemente, la idea de
este argumento, desde mi punto de vista, se podría resumir en la actualidad con
bastante precisión gracias a los avances en neurociencia y en neurofisiología.
Aunque la neurociencia es una ciencia que, en muchos sentidos, se puede
considerar en ciernes y que, con toda seguridad, se enfrenta al objeto de
estudio más complejo de la naturaleza, en la actualidad se asocia con bastante
precisión varias actividades cognitivas, sentimientos, etc, a determinadas
áreas cerebrales y circuitos o ciclos bioquímicos muy concretos.
Así, y
dado el estado actual de las investigaciones, podemos considerar que todo la
inteligencia, recuerdos, memoria, sentimientos, emociones, pensamiento, etc,
encuentran una correlación con unas determinadas estructuras neurofisiológicas
y unos muy concretos, si bien complejos, procesos bioquímicos; por lo que, se
deduce, en el momento en que morimos y nuestra estructura cerebral se
desintegra y se desordena paulatinamente; nuestros recuerdos, pensamiento,
auto-conciencia, etc, también desaparecen.
No
estoy afirmando que esto sea así sin ninguna duda, pues no quiero caer en el
error de dar saltos emocionales en un argumento de corte racional; y dado que
no podemos falsar esta hipótesis ni apoyarla con ningún otro modelo teórico más
contundente (al menos con el estado actual de las neurociencias), debemos
aceptar que la verdad sobre la cuestión de qué pasa tras la muerte será siempre
incognoscible; no obstante, si debemos situar la cuestión en términos de
probabilidades, es coherente pensar que, con bastante probabilidad, tras la
muerte, simplemente, está la nada.
Esto
no es una conclusión satisfactoria, no es una realidad agradable ni atractiva;
es simplemente a lo que apunta lo que hasta ahora sabemos.
Visto
esto, se puede ver fácilmente lo absurdo que resultan todas las especulaciones
sobre la comunicación con el mundo de los muertos, la Ouija, etc, que,
evidentemente, tampoco hacen uso del método científico ni se sustentan bajo
ningún tipo de premisas coherentes desde un punto de vista lógico.
HOMEOPATÍA
Mucho
se puede discutir también sobre medicinas alternativas, efecto placebo, etc;
pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que todos los supuestos
tratamientos naturales y “mágicos” o curaciones y cosas similares (siempre, por
supuesto, de enfermedades menores), tienen una explicación fisiológica que no
contradice, ni sorprende, a la ciencia médica convencional.
Por poner un
ejemplo, investigadores de las universidades de Michigan y Maryland, en Estados
unidos, postularon hace no más de un año, tras un ensayo clínico, que el efecto
placebo está relacionado fuertemente con un núcleo de neuronas del encéfalo
conocido como núcleo accumbens, así como con un neurotransmisor llamado
dopamina. Las reacciones cerebrales relacionadas con el efecto placebo
resultaban ser de mayor o menor grado en función de la predisposición previa de
los sujetos con los que se experimentó, hecho éste que podría dar cuenta de la
eventual eficacia de las terapias con medicinas alternativas, como es el caso
de la homeopatía:
“...La
investigación reveló fuertes vínculos entre respuestas individuales a un
analgésico placebo y la actividad del neurotransmisor conocido como dopamina en
una zona del cerebro conocida como núcleo accumbens. Es una pequeña región en
el centro del cerebro vinculada a la habilidad de experimentar placer y
recompensa e incluso hacerse adicto a las sensaciones causadas por ciertas drogas
ilícitas. ” (Extracto de un artículo colgado en la web de la Universidad de
Michigan; ver bibliografía)
En
cuanto a la homeopatía, todas las evidencias e investigaciones científicas
señalan que sus enunciados y leyes carecen de pruebas empíricas sólidas y que
posee grandes contradicciones e incoherencias con principios básicos de la
ciencia moderna; por ejemplo, en las primeras disoluciones homeopáticas,
medicamentos como el Oscillococcinum se prescribían en disoluciones de
200 C (después explicaré que significa esto), que requerían un número de
moléculas de agua mayor al número de partículas elementales del universo.
Comentaré sus aspectos principales, que tomo del libro Ciencia o Vudú,
de Robert L. Park:
Hahnemann,
un médico alemán, publicó en 1810 una obra de capital importancia para la
homeopatía moderna: Organon der Rationellen Heilkunde. En su obra,
Hahnemann expone dos ideas fundamentales: la Ley de la semejanza o la
similitud, con la que explica que aquellas sustancias que causan unos
determinados síntomas pueden hacerlos desaparecer en una persona que los
padece, y la Ley de los Infinitesimales, con la que explica que las sustancias
han de ser disueltas en una parte por diez (o a veces en una parte por cien)
sucesivas veces para que su efecto sea mayor. El gran error de Hahnemann al
establecer su Ley de la similitud fue que enunció un principió universal
partiendo de una única experiencia: el hecho de que la quitina, al ingerirla,
le produjo los síntomas clásicos de la malaria. Siguiendo su Ley de los
infinitesimales, Hahnemann preparó sus medicinas diluyendo extractos de alguna
hierba natural: una parte de la medicina por diez de agua, luego agitaba la
disolución y volvía a repetir el procedimiento numerosas veces, hasta llegar a
disoluciones extremas. Así, por ejemplo, si vemos un medicamento homeopático
con una solución de “30 X” (es decir, que se ha diluido una parte de la
medicina por diez de agua, se ha agitado, y se ha repetido treinta veces este
proceso), es fácil ver que necesitaríamos beber 30.000 litros para ingerir una
molécula de la medicina.
Esta
especie de “no medicina” se administra usualmente en forma de tabletas o
píldoras de lactosa que contienen una gota de la disolución (que puede ser 30 X
o más aún), ya evaporada. Los homeópatas, ya conscientes de que sus preparados
no pueden contener siquiera una molécula de las sustancias naturales que
suponen curativas, argumentan la capacidad de “recordar” del agua, de modo que
la información de la sustancia natural empleada (seleccionada según la Ley de
la similitud) pasa al agua (y posteriormente a la lactosa, ya que el agua, como
indiqué, se evapora. Veamos todo este enredo de supuestos milagros con unos
ejemplos que comenta Robert L. Park en su libro ya citado:
En una
de las obras capitales de la homeopatía, Healing with Homeopathy, se
expone que para curar una erupción provocada por un pañal hay que aplicar una
planta llamada Rhus toxicodendron, que, por supuesto, provocaría
erupciones en alguien sano. No obstante, los extractos obtenidos de esta planta
se aplicarán en una solución de 30 C (diluir una parte de la medicina por cien
de agua y repetir este proceso treinta veces), de forma que, a no ser que
creamos que realmente unas tablas de lactosa recuerden la información que
recordaban unas gotas de agua (según las extravagantes teorías de Jacques
Benveniste, homeópata francés, en forma de ondas electromagnéticas) poco
importa los síntomas que pueda causar esta planta, ¡pues no se encuentra en la
solución aplicada!
Otro
ejemplo: para la diarrea infantil se recomienda el trióxido de arsénico,
también utilizado como veneno para ratones; sin embargo, no hay por qué
preocuparse: la solución recomendada es, de nuevo, de 30 C.
Benveniste,
antes citado, publicó, en 1988, un artículo en el que afirmaba, literalmente,
que “una solución de un anticuerpo seguía produciendo una respuesta biológica
aunque se diluyera a 30 X”. Una forma fácil de refutar este tipo de ideas era
comprobar que si una solución a, por ejemplo, 30 X producía una determinada reacción,
y al reducir la concentración a cero la misma reacción persistía, entonces
quedaba claramente demostrado que la sustancia diluida no tenía ninguna
relevancia en la solución aplicada, sin embargo, para Benveniste, como hemos
visto, esto solo significaba que el agua “recordaba” la información. Lo cierto
es, que John Maddox, editor de Nature por aquella época, instó a
diversos grupos de científicos a repetir escrupulosamente los experimentos de
Benveniste, con ánimo de establecer un debate científico serio (en lugar de
rechazar directamente el artículo, como propusieron otros científicos). La
respuesta fue contundente: “En ningún aspecto los datos coinciden con lo
publicado por el homeópata francés”.
En un
artículo sobre el caso Benveniste, titulado ¿Es efectiva la homeopatía?,
de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, se expone detalladamente
los hechos que acaecieron tras la publicación en Nature de los
experimentos de Benveniste, coincidiendo la versión con la de Robert L. Park,
aunque aportando datos más técnicos.
“La existencia de la memoria del agua permitiría
justificar los postulados de la práctica homeopática.”
Y, sin embargo,
experimentalmente esto sigue careciendo de cualquier indicio de evidencias, a
la par que, basándonos en principios científicos sólidamente establecidos de la
física y la química, esto resulta ser un enunciado imposible.
“dos de los
miembros del equipo de Benveniste eran pagados directamente por la empresa de
productos homeopáticos Boiron. El mismo Benveniste, ya unos años antes, había
sido miembro del consejo de administración de otra empresa similar.”
Hecho que, sin
duda, resulta notablemente sospechoso. En este artículo, se critica igualmente
la base científica de las conclusiones de Benveniste mediante datos técnicos
referidos a las propiedades de los leucocitos y los anticuerpos.
“la revista
Science & Vie ofrecía un millón de Francos al equipo de Benveniste si podía
reproducir los resultados de su experimento, en un laboratorio puesto a
su disposición por el profesor Jean Dry, presidente de la Unión Terapéutica
Internacional. [...] Pero en esta ocasión, el experimento sería controlado
rigurosamente por un jurado presidido por Dry. La respuesta de Benveniste,
publicada el 31 de Diciembre de 1988 en Le Monde fue que “La investigación
médica no se realiza en teatros de feria. Rehúso, evidentemente, presentarme
ante no sé qué tribunal compuesto por periodistas y científicos...””
Respuesta ésta que
deja patente el carácter dogmático y cerrado con que Benveniste se tomó las
críticas a sus teorías.
CONCLUSIÓN
Como
conclusión, extraigo la idea de lo necesario que resulta aprender a seleccionar
el conocimiento, con espíritu crítico, distinguiendo científicos de payasos
sensacionalistas con afán de notoriedad, siendo conscientes de que todo lo que
podamos hacer por extirpar la mística y pseudociencia de nuestra sociedad para
implantar y fomentar una cultura científica será positivo, teniendo asimismo la
motivación necesaria para esforzarnos por comprender nuestro universo y a
nosotros mismos.
Ciertamente,
me parece que una persona que se declare un convencido de la validez de la
astrología, que vea a Íker Jiménez pensando que está adquiriendo cultura, que
se muestre convencido de cualquier tipo de idea trascendente, metafísica o, en
definitiva, no científica, es una persona que está sesgando su individualidad
intelectual y demostrando que carece de una verdadera mentalidad crítica y
racional. En definitiva, creo que todo lo dicho puede condensarse en una vieja
cita dicha por, de nuevo, Carl Sagan: “...La vida es sólo un vistazo momentáneo de las maravillas de este
asombroso universo, y es triste que tantos la estén malgastando soñando con
fantasías espirituales".
BIBLIOGRAFÍA
General
http://es.wikipedia.org/wiki/PseudocienciaQué significa todo eso; 3ª conferencia Richard P. Feynman
Astrología y ufología
Cosmos y psique; prólogo Richard Tarnas
http://www.ismaelgil.com/index1.htm (página personal de un diplomado en astrología)
http://astral.idilis.ro/espanol.htm (página web de consultas astrológicas)
http://es.wikipedia.org/wiki/Carl_Sagan
http://www.carlsagan.com/
http://www.astromia.com/biografias/sagan.htm
Efecto placebo y Homeopatía
Ciencia o Vudú; capítulo 3: págs 79-91 Robert L. Park
http://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_placebo#Efecto_fisiol.C3.B3gico_del_placebo
http://www.tendencias21.net/Descubren-como-funciona-el-efecto-placebo_a1702.html
http://www.ns.umich.edu/Es/_story.php?id=5952 (página en español de la Universidad de Michigan donde se explica el ensayo clínico efectuado para indagar sobre el efecto placebo)
http://www.arp-sapc.org/articulos/homeopatia/benveniste.html (detallado relato sobre “el caso Benveniste” de la Sociedad Para el Avance del Pensamiento Crítico)
El “más allá”
Por qué no soy cristiano; capítulo 4: págs 50-53 Bertrand Russell
Evolución y creacionismo
El relojero ciego; capítulo 1 Richard Dawkins
La guerra de la ciencia; documental emitido en La noche temática la noche del siete de febrero de 2009, donde salían extractos de entrevistas y comentarios de Dawkins, Behe y Dembski
El genio de Charles Darwin; (documental), 3ª parte
http://www.lehigh.edu/%7einbios/faculty/behe.html (Página de presentación de M.J. Behe)
http://www.actionbioscience.org/esp/evolucion/nhmag.html (artículos sobre diseño inteligente)
http://es.wikipedia.org/wiki/Creacionismo
Escrito por SP para el blog Las Dos Sombras
uauuuu cómo mola
ResponderEliminarInvocar el principio de autoridad no es de recibo, Aristóteles fue autoridad y fue revocado. E invocar la metodología tampoco lo es, porque tu adaptas la metodología al objeto del estudio y los propios métodos son testados por la experiencia. Matemáticos, precisos y predictivos eran los ciclos y epiciclos de la teoría geocentrica y ya ves donde fue a parar. Tarnas apoya su astrología en la sincronicidad que postulaban Pauli, Bohn o Jung. Podrás decir que no está probado, pero tampoco la materia lo está, siguen siendo conceptos metafísicos.
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