En Enero de 2013 se filtraron a la prensa
unos documentos del Ministerio de Economía sobre un borrador de una nueva Ley
que pretende reformar las competencias de distintos campos profesionales. Dicho
documento, conocido como Ley de Servicios Profesionales (LSP de ahora en
adelante) parte con el objetivo de liberalizar las competencias profesionales
de ciertos sectores productivos, previendo que con ello el mercado se agilice y
disminuya el paro, que en España ya alcanzan cifras astronómicas.
Los sectores más afectados son los farmacéuticos,
los abogados y los arquitectos.
Profesionales
competentes relegados
Me voy a centrar en el campo de la
arquitectura, porque es mi campo y es del que más conocimiento tengo. Aún así
quisiera hablar primero en términos generales. En una sociedad de libre
mercado, lo lógico es que haya competencia, y que esta propia sea la que regule
un mercado que tiene que luchar por progresar, ya que esta es la única forma de
sobrevivir. Pero el problema surge cuando el mercado se torna en una
competencia agresiva y desmedida. Habrá quien respalde un sistema más liberal y
competitivo, que cada uno “se las apañe” y se esfuerce para que así llegue a
donde quiera. Personalmente, no soy partidario de un sistema que no tenga una
regulación estatal, un “anarco-capitalismo”. Sin un organismo regulador que no
persiga el lucro, los individuos pueden querer progresar personalmente a costa
de otras personas.
Dejando a un lado la teoría, el tema de la
liberalización y los profesionales supone que en mercados que hasta ahora
estaban controlados por un número de especialistas formados adecuadamente para
su trabajo, se deje entrar a multinacionales, que aunque también persiguen el
lucro, logran un sistema de control en el que es imposible hacerles frente como
empresario pequeño o mediano. Esto, ¿qué tiene que ver con la LSP? Que miles de
farmacias van a tener que cerrar. Multinacionales entraran en juego con unos
precios pactados con las farmacéuticas y dejará a los actuales farmacéuticos
propietarios de una farmacia como unos cajeros de supermercado. Es ridículo,
incluso dentro de un capitalismo liberal, que los organismos reguladores se
pongan de parte de las grandes multinacionales, en vez de ponerse de lado de
los empresarios pequeños y medianos, para que entren en el juego, puedan
competir, y generen mayor progreso y riqueza (además, esta supone una riqueza más
repartida y equitativa, salvando las desigualdades)
¿Qué pasa con los
Arquitectos?
El caso de los arquitectos es un caso muy
particular. Hasta ahora tenemos competencia en edificar edificios del tipo A
(residencial, docente, sanitario, religioso, administrativo y empresarial) y
del tipo B (infraestructuras y edificios industriales). Los ingenieros tienen
competencias también en las edificaciones de tipo B, pero con la nueva ley,
podrán construir las del tipo A. Esto supone, que la competencia entre
arquitectos, que ya es mortal, se sume la de los ingenieros que entiendan de
estructuras de edificación. Muchos dirán, pero si entienden de estructuras,
¿por qué no iban a poder realizar proyectos de edificación? Y es en ese momento
cuando uno se da cuenta de lo mal entendida que está nuestra profesión. Claro,
que esto sí que es culpa nuestra.
Los profesionales de la arquitectura hemos
estado con las espaldas bien cubiertas en nuestro país. Una ingeniera de
telecomunicaciones me dijo una vez que los arquitectos en España éramos “poco
menos que Dios” ya que tenemos competencias para prácticamente todo: proyectos,
estructuras e instalaciones. Además de competencias para estudios de sonoridad,
gasto energético, temas de urbanismo (donde casi siempre capitaneamos equipos
multidisciplinares), peritos judiciales, restauradores, paisajista, diseño
interior, diseño industrial, jardinería,… He dado una buena lista, y sin
embargo hay un 25% de parados entre los profesionales (una cifra que desgraciadamente,
se dispara al 30% en el caso de las mujeres arquitectas, y 60% si hablamos de arquitectos jóvenes). Si se
aprueba la LSP nuestra competencia aumentará, los salarios bajaran y el paro
aumentará (que es, claramente, lo que necesita España en estos momentos). Con
esta enorme lista puede parecer fácil pensar “Han tenido mucho trabajo muchos
años, ¡qué compartan ahora!”. Además de que en el sector de la ingeniería el
paro no es, ni de lejos, tan abultado un 15% (sigue siendo, por desgracia,
alto), el problema es que la gente no está concienciada de que podemos realizar
tantas competencias porque estamos formados para ello. Se nos ha olvidado, con
la crisis, que hace falta una nota muy abultada que ninguna ingeniería tiene
para entrar en la universidad. Que arquitectura tiene 5 años de carrera (6 en
el Plan Bolonia) y un PFC que para poder aprobarlo hacen falta 1 año mínimo
(frente al resto de carreras, que en 3-4 meses se puede realizar). Que
arquitectura es una carrera de casi 500 créditos (lo que suponen 5000 horas en
la facultad) y un número muy superior de horas en casa para trabajar los
proyectos, asignatura presente en toda la carrera y que requiere una dedicación
prácticamente diaria. Parece que se nos
ha olvidado que tenemos 6 asignaturas de cálculo de estructuras (que en número
de créditos, es algo muy superior a lo que muchos ingenieros tienen en sus
carreras sobre el cálculo de estructuras), 4 asignaturas de instalaciones, 12
asignaturas relacionadas con el diseño, análisis y proyección de edificación.
Estamos (muchos de nosotros) capacitados por encima de otros profesionales a
los que se les van a dar competencias de forma muy gratuita. No contentos con esto,
en nuestra formación, lo más complicado y donde más se hace hincapié es en
la arquitectura en sí. Os preguntareis, a que se refiere este colerizado
estudiante cuando dice “arquitectura en sí”.
Nosotros no proyectamos edificios en el
sentido estricto de “objeto construido donde se desarrollan actividades”, en
toda la carrera se exige por encima de todo temas como la habitabilidad y el
espacio, que es algo que ningún otro profesional sabe hacer (de hecho, ni
siquiera muchos arquitectos saben hacerlo). Nosotros cuando empezamos un
proyecto, no decimos “Hoy me apetece hacer un cubo de hormigón de color rojo, y
los baños y habitaciones… ya se colocaran…” Todo lo contrario, los (buenos)
arquitectos empezamos pensando cómo se van a sentir las personas que van a
vivir/usar el espacio, he aquí la palabra clave. No somos constructores, somos
“Creadores de ESPACIO habitable”. Cuando mi hermano con 10 años (yo empezaba la
carrera) me preguntaba qué entendía yo por arquitectura, yo le respondía “La
arquitectura es crear el contexto para la vida” ¡Eso es arquitectura! Saber
hacer un dormitorio donde el ciudadano se siente cómodo, una cocina donde
cocinar no sea un engorro, un patio donde se haya estudiado la luz solar y que
te entre luz en invierno y sombra en verano ¡Eso es arquitectura! Crear una
plaza donde los niños jueguen con fuentes de agua y se refresquen en verano,
donde los abuelos paseen sin miedo y no se creen focos de marginalidad ¡Eso es
arquitectura! Diseñar un hogar, no una casa. Diseñar un lugar de intercambio cultural, no una mera
escuela. Diseñar un lugar de ocio en contacto con la naturaleza, no un parque.
Diseñar un lugar de encuentro de encuentro ciudadano, no solo una ciudad.
Diseñar un lugar para dormir, para llorar, para enamorarse,… Diseñar un lugar
para vivir, un contexto para la vida. Esto es algo que ningún profesional que
no haya hecho 10 asignaturas de 12 créditos de proyectos puede lograr, y por lo
que se ve, tampoco entender.
¿Por qué la gente no conoce cual es
verdaderamente nuestro trabajo? ¿Por qué no se fía de nosotros como
profesionales? No nos hagamos tampoco las víctimas. Han pasado cosas muy
terribles que hemos tolerado y frente a lo que no hemos actuado, dentro de
nuestra actividad y como nos hemos relacionado con otros.
No podemos defender nuestra profesión si no
es con la ayuda del ciudadano no especializado en nuestras funciones. En ellos
está el poder, no en nosotros. Si tenemos tan poca popularidad entre los no
entendidos, es culpa nuestra. Bueno, más que nuestra, de “algunos de los
nuestros”. El arquitecto ha quedado como un resto de un profesional de otros
tiempos. No es que antes no hubiese ingenieros, es que ellos si han sabido
modernizarse y actualizarse. Siempre han ido por delante, y nosotros siempre
hemos sido más tercos en actualizarnos. Ya nos pasó en la revolución
industrial, cuando los ingenieros hacían puentes de acero y la torre Eiffel,
nosotros seguíamos imitando las formas romanas en el Neoclasicismo (menos mal
que llegaron los americanos, que son mucho más pragmáticos, y supimos ponernos
al día).
Estos años se han permitido cosas terribles.
Es falso creer que la “burbuja inmobiliaria” es culpa nuestra, o que nos hemos
beneficiado de ella. En arquitectura como en otros campos hay “estamentos sociales”.
Antiguamente era una profesión para ricachones bohemios, muy pocos la acababan,
y los que lo hacían tenían estudios de arquitectura y trabajaban para ellos
mismos. Posteriormente empezó a llegar gente nueva, de otros grupos sociales,
con otras perspectivas. Pero los estudios seguían siendo los mismos, el negocio
familiar que se pasaba de generación en generación. En la “época buena” los
propietarios de los estudios se enriquecieron, mientras que los arquitectos
“nuevos” pasaron a trabajar para ellos en un sistema casi esclavista.
Durante la carrera de arquitectura se insta
al alumno a que trabaje, a que se comprometa con su profesión hasta el final.
Es algo que en mi opinión no hay que tomarse muy en serio. Pero en una carrera
en la que hay que entrar con una media de sobresaliente, muchos son
“absorbidos” por este espíritu de entrega hasta el final. Con los alumnos
acostumbrados a trabajar a destajo, una vez acaban la carrera, pasan a estudios
de prestigio con el convencimiento de que así “lograran llegar a ser los
“Arquitectos-Estrella” que admiran”. No los que el público normal conoce, a los
cuales odian (no sin razón: Calatrava, Torres, Bofill,…) si no a los “maestros
en arquitectura” (actuales y no actuales). Es una vergüenza que se ponga como
algo admirable que el (por otro lado genial) arquitecto Mies Van der Rohe
abandonara a su familia para dedicarse por completo a su profesión. Si a un niño recién llegado (con media de
sobresaliente del instituto, y acostumbrado a “hacerle caso a la profe”) se le
dice esto, unos cuantos caen en esta idea más propia de una secta.
¿Pero esto que tiene que ver? Que durante
“los años buenos”, cientos de arquitectos han trabajado gratis y con unos
horarios abusivos hasta que han llegado a los 30 años, se han encontrado la
crisis y ya no les quieren ni gratis. Se han encontrado viejos, que nadie los
quiere, y con poca experiencia en un estudio “de prestigio” dentro de un sector
muy limitado. Pero, ¿a quién se iba a quejar? ¡Si los arquitectos no hemos
tenido sindicato hasta hace 2 años! ¿De verdad hemos disfrutado de muchos
privilegios? Pero aquí la culpa es en parte nuestra. Hay muchos más arquitectos
de los que hacen falta, es verdad. Es una carrera conocida, que a los padres
les llena de orgullo recomendarles a sus hijos estudiarla. El problema está, en
parte, en que muchas universidades, sabiendo la altísima demanda que hay por
parte de los jóvenes estudiantes, hacen caja con ello. Por eso se dan ejemplos
como la Universidad Rey Juan Carlos, que en el año en que las deudas le
atosigaban, empezó a ofrecer arquitectura, sabiendo que ya en la Politécnica de
Madrid sobran la mitad. Pero hasta ahora no he visto ningún organismo oficial
que se haya preocupado en regular las plazas que se ofertan en diversas
profesiones. Esto genera una masa enorme de gente muy formada pero parada, que
pasa en arquitectura y en magisterio (entre otros). Pero a ningún partido
político parece importarle esto.
El gran público
La arquitectura, como ya hemos dicho antes,
tampoco tiene simpatía entre el gran público. Nos ven como a gente muy “freak”,
y tienen asociada la imagen de cultureta gafapasta que habla de su vivienda
como su fuese una obra de arte. Es una asociación que la gente hace porque, en
numerosos casos, es cierto. Si queremos que la gente normal nos apoye, que
seamos profesionales respetados y que ningún gobierno (por mucha mayoría
absoluta que tenga) se atreva a tocar nuestras competencias profesionales, hace
falta que, simplemente, hagamos bien nuestro trabajo. ¡No somos artistas! La
imagen de arquitecto artista incomprendido por la sociedad, como en la novela
(y película) “El manantial” de la ultra-neoliberal Ayn Rand, está muy presente
entre muchos profesionales. Es algo de lo que se mama desde la universidad.
Frases como “la gente no tiene ni idea”, “el cliente se equivoca” o “lo
importante es que a mí me interese” están presentes todos los días en las
asignaturas de proyectos.
¡Cómo van a apoyarnos la gente a la que
despreciamos! Por eso la gente se cree que entiende de arquitectura y nos ven
poco útiles. Piensan: “mi salón ahí, y en este lado, el dormitorio. Ya no me
hace falta arquitecto, solo necesito un ingeniero que me haga el cálculo para
que no se caiga, que es lo que no sé”. La gente común cree que sabe hacer
nuestro trabajo porque no lo entiende, y no lo entiende porque nos hemos
despegado completamente de ellos. Buscamos desesperadamente un “mecenas” y no
un cliente. Nos falta el punto de vista empresarial y pragmático, y no
tendremos ningún futuro si no nos olvidamos que no somos artistas, que somos
PROFESIONALES, que saben hacer bien un trabajo muy difícil y complicado, solo
al alcance de alguien competente. Por eso Zaha y Calatrava han generado
admiración entre la gente no entendida, ven lo “raro” de las formas y dice “yo
no sé hacer eso”. Tenemos que lograr que la gente piense eso de nosotros “yo no sé hacer eso” (aunque
a diferencia de Zaha o Calatrava, nosotros tenemos que hacerlo bien)
¡Ojo! No estoy diciendo que la arquitectura
no sea un arte. Solo digo que esta a otro nivel. Lo que creamos no es arte
puro, pues creamos objetos que son necesarios para la vida (a un nivel más
básico, la gente necesita más una casa que una canción o una pintura). La
verdadera esencia de la arquitectura no es la creación de un objeto que genere
un estímulo emocional, sino la creación de un lugar que “reciba” esa emoción y
la albergue.
Para muchos de vosotros, estas palabras se
quedaran en un cúmulo de intenciones, y dirán “Eso del lugar donde emocionarse
es una chorrada. Lo importante de una casa es que no se caiga y ese bien hecha”
Por supuesto que es fundamental que no se caiga y que este bien ejecutada, es
lo más importante, pero no lo único. Una industria (que un ingeniero puede
actualmente ejecutar) cumple con estos dos requisitos. Pero con ninguno más
(salvo excepciones, hechas con la colaboración de arquitectos). Aunque algunos
como el Presidente del Colegio de Ingenieros de Valencia, que aseguró hace un
par de días “Que la diferencia entre una fábrica y una vivienda era el número
de ventanas”, no le importaría en absoluto que la arquitectura se perdiera.
Si de verdad sigues pensando que es algo
fácil, he aquí un problema de 3º de carrera. Ejecuta una vivienda de tres dormitorios, en Córdoba, dos baños,
cocina, salón y estudio en la siguiente parcela. Teniendo en cuenta que está
entre 3 medianeras, las normas urbanísticas te impiden hacer sótano y más de
dos alturas (por estar en un centro histórico) Teniendo en cuenta que la madre
es fanática de los patios de flores cordobeses y el padre colecciona 1000 VHS
de Kun Fú de los 80. Si de verdad eres capaz de hacerlo bien, manda tu solución
a lasdossombras@gmail.com
¿Sigues pensando que puedes? He aquí uno de
4º: Ejecuta un estudio del barrio de
Lavapiés en Madrid, y una vez estudiado sus problemas, plantea una solución,
para los problemas del barrio, a nivel constructivo y detallado, con una
estimación del cálculo estructural a ejecutar.
En resumen, tenemos que olvidar aquello de
que somos “Dioses” o “Artistas incomprendidos”. Y aceptemos que somos profesionales,
que un cliente con una necesidad nos contrata y que tenemos que dar lo mejor de
nosotros para que el usuario sea feliz y esté contento con haber realizado la
inversión. Que piense “¡Qué bien he hecho en contratar a un arquitecto!”
Urbanismo, el modelo
de trabajo a seguir
Hablemos ahora de lo que hasta el momento
parecía “el enemigo”. Los ingenieros no es que sean mejores ni peores que
nosotros, esto tiene que quedar bien claro. Ellos no van a salir beneficiados
de la LSP. Todo lo contrario. Un promotor no es tonto, va a coger a un
arquitecto para hacer una vivienda, que es el que sabe diseñarla. Entonces,
¿por qué criticar la ley? Porque lo que sí que va a cambiar es la competencia,
habrá más competencia, y donde hay mucha competencia (como ya ha pasado con la
arquitectura en estos años) ya no se compite por calidad o tipo de servicio, se
compite por precio (¡hay que estudiar un poco de economía y empresariales
señores arquitectos!) y eso es lo peor que se puede hacer. Se entra en un bucle
del que es muy difícil salir y se alcanzan verdaderos niveles de miseria, como
los ya citados antes ¡Viva la competitividad no regulada!
El gobierno está comprometido con llegar a
mayor nivel de libertad profesional y de mercado. Pero esto no entra en las
imposiciones de Bruselas, porque esto no se hace (ni se va a hacer) en ningún
lugar de Europa. Ni siquiera en EEUU, el país liberal por excelencia, se
permiten estos sueldos entre los arquitectos, pues allí los colegios
profesionales imponen un sueldo mínimo aceptable (bastante digno) en función de
los colegiados para ejercer la profesión ¡Aquí hace 10 años que no se hace eso!
Hablamos de liberalismo, pero sin embargo para hacer tu propia empresa cada vez
hay más trabas administrativas ¿Liberalismo para unas cosas si y otras no?
En Europa el
ingeniero conoce muy bien su trabajo, y el arquitecto el suyo. No hay competencia ni
rivalidad ¡Es una tontería como un castillo! Muchos de mis mejores amigos son ingenieros/as, y son unos auténticos
profesionales, muy competentes en su campo de trabajo (en el campo del
cálculo de estructuras) y estos reconocen muy bien donde está su lugar. Una
cosa es calcular una estructura, algo que ambos sabemos hacer (los ingenieros
la mayoría de las veces, mucho mejor), y otra cosa es diseñar una vivienda, que
tiene relación, pero no es, ni mucho menos, lo mismo, y que solo nosotros
sabemos hacer.
La defensa de los arquitectos ha sido la de
defender nuestra profesión porque nosotros “hacemos algo artístico” y algunos
ingenieros han atacado diciendo que nuestro trabajo no sirve de nada y que
ellos lo hacen mejor. Si continuamos con esta forma de defendernos, ¡vamos
listos! Los ingenieros no son nuestros enemigos, son nuestros compañeros.
Tenemos que defender todos juntos nuestras competencias profesionales,
recordarles que ellos van a estar también perjudicados por la competencia, ya
que un ingeniero de minas podrá hacer barcos, y uno naval, minas (¡y
hospitales!). Todo se liberaliza y todos perdemos. Hablemos de apostar por lo que
ocurre en Europa, y por lo que ocurre aquí en Urbanismo
En urbanismo ya hace años que entendieron en
problema. Y aunque, desde Aznar, es una profesión que se ve como despreciable
por los causantes de la “burbuja” y la crisis posterior, funciona en equipo
como un reloj. Un urbanista, que al fin y al cabo es alguien que ha estudiado
arquitectura, es un experto en diseñar y crear, pero también en dirigir, ya que
es el único profesional que tiene conocimientos limitados en muchos campos. No
somos los que más sabemos de jardinería, pero sí que sabemos algo, al igual que
de estructuras, de física, de historia, de arte, de dibujo,… Hay un refrán que
dice que somos como los patos, sabemos ir por cielo, tierra y agua, aunque todo
con un poco de torpeza.
En urbanismo, el arquitecto coordina el
equipo y supervisa otras decisiones, además de diseñar. Pero, él es consciente
que el ingeniero de caminos también sabe del tema, y que sabe mucho más que él
de carreteras y calles. Los dos son conscientes de que el sociólogo entenderá
más de cómo se comporta o los modelos de vida de la población de una zona. Y
todos comprende que el biólogo sabrá utilizar las especies más idóneas de
árboles según lo que hayan observado o diseñado los otros profesionales. Se
fomenta la cooperación, la comprensión y el respeto hacia los otros
profesionales
Pongamos esto como ejemplo. Con retórica y
más “ego” no vamos a defender la profesión ante los medios, que son los que nos
tienen que apoyar para que el ministerio dé marcha atrás. Defendamos la
arquitectura y la profesionalidad de los trabajadores competentes con más
profesionalidad y recuperando el compromiso social y humildad que la
arquitectura tuvo y que nunca debió perder. Hagamos que todo el mundo entienda
que sólo alguien que entiende de arquitectura es lo suficientemente capaz de
establecer “contextos para la vida”
Escrito por RyR para el blog Las Dos Sombras
Léase tambien: https://nmas1.wordpress.com/2013/07/01/sobre-el-verbo-mentir/
Si desea firmar la petición hecha desde colectivosarquitectura pinche aqui:
http://www.colectivosarquitectura.com/page/firmas-contra-la-ley-de-servicios-profesionales
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