jueves, 3 de septiembre de 2015

Psicología, replicabilidad y ciencia

 Hace apenas una semana se ha dado a conocer el artículo "Estimating the reproducibility of psychological science". Se trata del informe final de un ambicioso proyecto que ha llevado a cabo la réplica de un centenar de experimentos psicológicos que se habían publicado en tres de las más prestigiosas revistas de su campo en años pasados. La sorpresa y la polémica no han tardado en desatarse cuando se ha conocido que más del 60% de los experimentos "fracasaban", en el sentido de que no conseguían reproducir los resultados del experimento original. Siendo la reproducibilidad cacareada como una característica esencial del Método Científico, enseguida surgieron recelos y comentarios sobre la robustez y rigor de las investigaciones psicológicas. En efecto, ¿de qué vale un resultado experimental si no se puede volver a obtener por procedimientos análogos?

Un antecedente de este trabajo, que data de 2012, es " Replications in Psychology Research: 
How Often Do They Really Occur?", que ya adelanta la preocupación sobre la increíble falta de reproducibilidad de ciertos experimentos psicológicos. Como consecuencia, algunos psicólogos se han girado para mirar a sus primos mayores, las ciencias naturales, para entender cómo la replicabilidad juega un papel decisivo en el Método Científico y, por tanto, en la generación de un conocimiento que podamos llamar "científico".

Si bien la replicabilidad es una preocupación de peso en la práctica de la psicología experimental, pronto han salido al paso voces autoritarias y de prestigio que han calmado los ánimos y se han dado a (tratar de) explicar porque esto no representa ningún aspecto negativo sobre el estado de forma de la psicología.

Un pensamiento sugerido en el acto por estos resultados es que, si la reproducibilidad falla, es porque de hecho los resultados a reproducir no eran muy sólidos. En otras palabras: hay cantidad de resultados por ahí publicados que son, sin eufemismos, falsos. Es interesante un trabajo de John Ioannidis de hace ya diez años que lleva el nada tímido título de "Why most published research findings are false" (desde el punto de vista de alguien dedicado a la física o a la química, este enunciado puede ser absurdo; pero Ioannidis se dedica a temas de salud más próximos a las Ciencias Sociales).



El propio Ioannidis, sin embargo, da una nota optimista a este nuevo proyecto de replicabilidad a gran escala al comentar que espera que estos resultados sirvan para impulsar la cultura de la replicación en psicología. Él parece consciente de que la no replicabilidad es un problema grave y aspira, por consiguiente, a que la situación cambie.

Enfrentados a esta situación, caben varias preguntas: ¿Es dicha situación realmente un problema para la psicología, o no? ¿Tal problema es intrínseco a la práctica de la psicología, o se puede remediar?  ¿Por qué la psicología ha adquirido estos defectos? ¿Qué se puede hacer para que la psicología sea una "mejor ciencia"?  Por supuesto, si no se responde afirmativamente a la primera pregunta, las demás carecen de sentido.

Mi visión sobre el asunto es que sí hay una crisis en la psicología. Más concretamente, hay una crisis en su metodología, que presenta una profunda disfuncionalidad que me fuerza a no poder llamar ciencia a la psicología (a la psicología como disciplina, en conjunto; por supuesto, dentro de la psicología hay trabajos científicos).  Para entender el porqué de esta postura, hay que entender en qué consiste el Método Científico y en qué consiste la actividad científica. De manera esquemática, el Método Científico consiste en lo siguiente: 
1º Se plantea un problema, derivado de ciertas observaciones, experimentos o conflictos entre modelos anteriores,
 2º Se crean ciertas hipótesis que, en el marco del paradigma coetáneo, resuelven el problema en cuestión, 
3º Se derivan predicciones contrastables de las hipótesis formuladas
4º Descartamos aquellas hipótesis cuyas predicciones fracasan. Si una hipótesis sobrevive a muchas pruebas y es una buena herramienta explicativa y predictiva, acabamos incorporando esa hipótesis a nuestro paradigma (aunque siempre sujeta a revisión)

La primera crítica que un científico social puede hacer a este esquema es que no cuadra con las metodologías típicamente usadas para experimentos sociales, psicológicos o médicos. Sin embargo, esencialmente debería seguirse la misma lógica, a pesar de que la ausencia de un espíritu falsacionista pueda hacer que la prensa transmita la sensación de que los científicos se dedican a "corroborar hipótesis" y darlas así por sentado. La predictibilidad, en este caso, debería consistir en la apuesta por la regularidad: regularidad con respecto a lo observado en pruebas anteriores.

Otro aspecto esencial del Método, en realidad implícito en lo ya dicho, es la replicabilidad. No replicar unos resultados anteriores quiere decir que o bien falla la posibilidad de testar una hipótesis o bien la hipótesis está siendo refutada. En cualquier caso, no estamos procediendo de manera científica. Una tercera posibilidad es, por supuesto, que no estemos concediendo un rol crucial a las hipótesis, sino que simplemente hacemos informes relatando las observaciones asociadas a cierta experiencia. Sin embargo, este tercer caso lo que indicaría es que no se desea siquiera tratar de reproducir el experimento y sus resultados, en cuyo caso la hipótesis lógica sería la apuesta por la regularidad y la reproducción positiva de los resultados. Si éste es el caso, entonces, en mi opinión, estamos tan alejados de la ciencia como un libro de Jiménez del Oso.

Por todo lo anterior, tengo que concluir que la psicología, en conjunto, no es una actividad completamente científica, si bien se encuentran en ella estudios muy valiosos e interesantes. No obstante, no sería muy difícil "cientificar" ciertas prácticas psicológicas que se llevan a cabo de forma deplorable. En este punto, no puedo sino acordarme de la "Cargo Cult Science", un brillantísimo escrito de Richard Feynmann en que son nos cuenta cómo un científico diseñó una cuidadosa serie de experimentos sobre psicología conductista con ratas y cómo se le ignoró totalmente en su campo porque no había descubierto nada sobre las ratas. Básicamente, como dice Feynmann, "había descubierto todas las cosas que se deben hacer para poder descubrir algo". La crítica de Feynmann a las ciencias sociales, de una lucidez y una sencillez espectaculares, sigue poderosamente vigente, y ciertamente la lectura de sus pensamientos fácilmente puede recordar al pretendido espíritu científico de ciertas actividades. Feynmann pone de manifiesto la cantidad de errores, suposiciones negligentes y procederes sesgados que inundan un sencillo experimento con ratas. Su mentalidad aguda de científico puro estaba entrenada para captar rápidamente fallas en un mecanismo supuestamente destinado a generar conocimiento. Sin duda, se puede aprender mucho de la lectura de sus ideas sobre los errores de los procederes habituales de distintas ciencias sociales.

Dicho esto, querría aclarar que no estoy criticando a la psicología por no ser una ciencia. Hay muchas cosas maravillosas en la vida que no son ciencia. La pintura no es ciencia, ni lo es el deporte, y no por ello las sitúo en alguna suerte de escalón moral inferior ¿Cuál es mi problema entonces con la psicología?  Mi problema es, en breve, que tantos psicólogos tengan la pretensión de que su trabajo sea científico cuando lo que hacen es, de hecho, muy poco científico.
"El sueño de la razón produce monstruos", nos dice un cuadro de Goya. Pues bien, mucho peor es mandar a dormir a la razón mientras se cree que se está actuando de la manera más racional. En esta situación, el Cthulhu de los ensayos puede surgir. Metáforas aparte, el creer que se tiene un resultado científico cuando el proceder no ha seguido el Método correspondiente es un caldo de cultivo para dogmas, malentendidos y falsedades que no hacen más que dañar los intentos reales por generar conocimiento.


Me gustaría señalar que tampoco estoy abocando aquí mi deseo de que toda la actividad psicológica se convierta en una empresa científica. Hay aspectos de la psicología que son pretendidamente no científicos, y eso es bueno.  De hecho, los primeros psicólogos fueron siempre filósofos, y en ese sentido la psicología tiene un componente de filosofía enriquecedor al que no hay que renunciar. De manera similar, yo acostumbro a decir, medio serio y medio en broma, que Dostoievski hizo uno de los trabajos más finos de la historia en psicología al crear a Raskolnikoff. Evidentemente no creo que "Crimen y Castigo" sea algo científico, pero no me parece disparatado decir que se trata de una obra con importantes toques de piscología. En otra línea, hay subdisciplinas de la psicología, como el psicoanálisis, que pueden ser muy interesantes mientras no les entre la compulsión febril de convertirse en una ciencia. Si el psicoanálisis está asociado en la cultura popular al "complejo de pene", para mí estará asociado por siempre al "complejo de ciencia", pues no hay disciplina que se haya degradado tanto por obsesionarse con convertirse en algo que no es.

Insisto en esto porque creo fundamental dejar claro que no considero como algo negativo ni que algo no sea ciencia, ni que la psicología tenga partes no científicas. Pero considero algo profundamente perjudicial que se tenga la pretensión de hacer ciencia sin conocer a fondo el Método requerido para realmente generar un conocimiento fiable sobre algo. Éste es, por supuesto, el caso de los experimentos que fracasan a la hora de ser replicados. No porque sus resultados no se repliquen, no; sino porque el espíritu de sus autores es que esas replicaciones no son un punto fundamental de sus investigaciones. Si así es, ¿cómo podemos aspirar a que esos estudios nos revelen alguna información no trivial? Si la reproducibilidad es superflua, no existe lugar para ninguna clase de hipótesis o "apuestas". Si no hay hipótesis, no hay predictibilidad ni falsacionismo, lo que es como decir que no hay un procedimiento fiable para generar y contrastar conocimiento. El hecho de que se justifique esta no-replicabilidad y se mantenga la naturaleza científica de los estudios en cuestión, huele al tufo de justificaciones ah hoc propio de una religión como el cristianismo (y, me gustaría añadir aquí, también del marxismo, ¡pero por favor, no quiero entrar en esa discusión!).

Para contribuir al espíritu científico de este tipo de trabajos, considero crucial sustituir de manera crucial las inferencias verbosas por un tratamiento estadístico de los datos completamente profesional y minucioso. Creo que el hacer de la psicología una ciencia plena (mejor dicho, de aquellas subdisciplinas de la psicología que aspiren a ello) pasa por profesionalizar el uso de la estadística entre los estudiantes de psicología. Por supuesto, uno encuentra a menudo cantidad de estudios de psicología completamente profesionales en este sentido. Sin embargo, lo contrario también abunda, y me indigna ver como los programas universitarios de psicología en España (no sé, por ahora, de otros países, aunque podría hacer suposiciones) muestran una deplorable carencia de estadística para una ciencia experimental que trata de convertirse en una actividad genuinamente científica. Sé perfectamente lo que me dirían muchos estudiantes de psicología: que han estudiado suficiente estadística y análisis de datos, y que no falta de eso en la carrera. Lamentablemente, se trata de algo completamente falso. Tanto desde el punto de vista de la estadística matemática como de los recursos informáticos, la formación que reciben los estudiantes es muy pobre en comparación con el nivel de rigor y formalidad que exige un estudio donde haya que sacar conclusiones valiosas de muestras poblacionales enormes. Sé de programas de Másters y Doctorado en psicología donde los alumnos aprender las técnicas necesarias, pero lo cierto es que la mayoría nunca aprende las nociones y habilidades prácticas de estadística para conducir un estudio de manera rigurosa.  

El estudio de la estadística, hasta el punto de tener una comprensión profunda de los conceptos matemáticos involucrados, es de todo punto necesario para poder llamar ciencia a un estudio experimental.
Quiero insistir en esto porque me parece que podemos responder con gran optimismo a la segunda pregunta que planteé: ¿Tal problema es intrínseco a la práctica de la psicología, o se puede remediar? Creo, en efecto, que el problema del que hablábamos se puede remedir, y que sólo es una cuestión de voluntad por parte de los investigadores, que quizá vengan, típicamente, de un mundo más "social" donde el rigor estadístico y metodológico no se concibe de la misma manera. 

Aunque no basta sólo con la profesionalización del uso de la estadística entre los psicólogos, creo que este es el primer punto a tratar para que aquellos trabajos con pretensión de ser ciencia se conviertan realmente en ciencia. Por lo demás, sería sano dejarse influir por el análisis aséptico y libre de inferencias que uno esperaría en un experimento conductista o puramente biológico. 

Creo firmemente que, además, esta "cientificación" de la psicología tendrá, a la larga, otro efecto muy notable sobre ciertos debates concernientes a la Filosofía de la Ciencia, pues, en mi opinión, la perversión de las metodologías, al conducir a una imagen fallida de la naturaleza del conocimiento científico y de cómo éste se genera, es uno de los orígenes de ciertas visiones erradas sobre la ciencia, como el constructivismo (en su versión más fuerte) o el anarquismo de Feyerabend. El hecho de que los defensores de las mencionadas doctrinas típicamente desconozcan los entresijos del funcionamiento de las ciencias naturales no hace sino que me reafirme en esta opinión.

Como se ha advertido ya, introducir "la cultura de la replicabilidad", en palabras de Ioannidis, es fundamental para la maduración de la psicología. Pero me gustaría desglosar un poco más en qué consiste esta replicabilidad, distinguiendo, de hecho, dos etapas distintas. Pensemos que el experimentador X ha reunido una serie de datos -una población- y, siguiendo cierta metodología (que, idealmente, debería querer decir no más que un cierto tratamiento estadístico de los datos), llega a ciertas conclusiones C. Ahora imaginemos que le proporcionamos los mismos datos experimentales al experimentador B. Es de esperar que B, analizando los datos por su cuenta, llegue a unas conclusiones muy parecidas a C. Este proceso es lo que yo llamo (desconozco si alguien ha nombrado ya esto, en cuyo caso me disuclparía) replicación isomuestral, por razones obvias. Después de una serie (¡necesaria!) de replicaciones isomuestrales se debe llegar a cierta "clase de equivalencia" de conclusiones (perdón por la broma matemática). En palabras más simples: después de que muchas personas, independientemente, analicen los datos experimentales, tiene que se4r posible llegar a cierta conclusión. Esto es así en astronomía, en genética, y no veo razón por qué debiera ser distinto en un análisis de datos en psicología. Después viene la parte más difícil, donde realmente se pone a prueba la validez de una hipótesis científica y no sólo el sentido común del investigador de turno. Se tiene que poder ser capaz de replicar las mismas conclusiones C partiendo de otra población inicial aleatoriamente escogida. Si esto no se consigue, se hará necesario un examen estadístico que discierna las diferencias entre los métodos de selección aleatoria usados en cada caso, o bien poner en cuestión las conclusiones C y buscar algo nuevo. La replicabilidad puede fallar y aún así no querer decir que estamos ante un mal trabajo. Podría ser que no hubiésemos conseguido reproducir ciertas características poblacionales en la replicación del experimento. Pero es absolutamente esencial conseguir una nueva réplica que si nos dé seguridad de contar con características poblacionales análogas. En caso de que eso no sea posible, quiere decir que el trabajo en cuestión es intrínsecamente no científico porque se desconocen variables que permitan interpretar de una manera significativa los resultados. 

Dicho todo esto, me gustaría concluir comentando brevemente sobre un artículo que ha aparecido hace dos días, y que es el que me ha animado a escribir este pequeño texto. Se trata de "Psychology is not in crisis" que escribe Lisa Felman Barret, profesora de psicología en la Northeastern University. La profesora Barret claramente estaría en contra de la gran cantidad de opiniones vertidas en este texto mío, y es por ello que me gustaría contestar a algunos de sus puntos.

En primer lugar, Barret comenta en el segundo párrafo que "But the failure to replicate is not a cause for alarm; in fact, it is a normal part of how science works." [El fracaso al replicar no es motivo de alarma; de hecho, es una parte más de cómo funciona la ciencia]. 

Lo cierto es que me parece muy grave que una profesora universitaria de psicología tenga esta opinión sobre el funcionamiento del Método Científico. Como ya he comentado, la replicabilidad es absolutamente esencial. Si se prefiere, se podría decir que la replicabilidad es una característica definitoria de los procesos de generación de conocimiento científico. Aparte de lo ya he expuesto, una buena recopilación de testimonios sobre lo crucial que resulta la replicabilidad en ciencia se puede encontrar en el artículo "Physics envy: Do 'hard' sciences hold the solution to the replication crisis in psychology?", que ya fué citado antes.

En otro párrafo, Barret comenta: "If the studies were well designed and executed, it is more likely that the phenomenon from Study A is true only under certain conditions. The scientist’s job now is to figure out what those conditions are, in order to form new and better hypotheses to test."[ Si los estudios estuvieran bien diseñados y bien llevados a cabo, es más probable que el fenómeno del estudio A sea cierto sólo bajo ciertas condiciones. La labor del científico es determinar qué condiciones son ésas, para así formar nuevas y mejores hipótesis que poner a prueba]

Esto es casi correcto.  Claro que hay investigar esas condiciones y formar nuevas hipótesis (esto ya lo he dicho antes), pero el fallo al replicar es un fracaso en sí y, para solucionarlo, habrá que hacer nuevas replicaciones que pongan a prueba las hipótesis que comenta Barret. La replicación sigue siendo esencial y hay que seguir hasta que tengamos éxito en la replicación.

Lo último que voy a comentar es el argumento, pretendidamente robusto y definitivo, de que "Similarly, when physicists discovered that subatomic particles didn’t obey Newton’s laws of motion, they didn’t cry out that Newton’s laws had “failed to replicate.” Instead, they realized that Newton’s laws were valid only in certain contexts, rather than being universal, and thus the science of quantum mechanics was born." [Análogamente, cuando los físicos descubrieron que las partículas subatómicas no obedecían las leyes de Newton, no se limitaron a gritar que las leyes de Newton habían "fracasado a replicar". Lo que hicieron es advertir que las leyes de Newton son válidad sólo en ciertos contextos, en vez de ser universales, y así la ciencia de la mecánica cuańtica]


Este malentendido es particularmente molesto para alguien que venga del mundo de las ciencias "duras". Para empezar, esta fuera de toda discusión que la naturaleza de la investigación en física y en psicología es totalmente distinta. El estatus de las "verdades" en cada una de estas disciplinas es también muy distinto, como cualquiera puede reconocer. Es por ello que la comparación con la física es muy desafortunada. Entrando en detalles, tengo que decir que es atronadoramente injusto decir que las leyes de Newton "fracasaron al replicar". Las leyes de Newton se corroboraron en experimentos exitosamente replicados durante siglos antes de que, en situaciones donde se percibían muy claramente el cambio de contexto (altas velocidades o dimensiones microscópicas), fracasaran. Además, hay que entender en qué consiste este fracaso. Las leyes de Newton se siguen usando todos los días, hasta de que los cohetes humanos llegan a la luna gracias a ellas. Así que las leyes de Newton se siguen "replicando" exitosamente todos los días. Nada parecido pasa con los ensayos en psicología que no logran replicar con éxito ni una sola vez, lo cual es un asunto muy distinto.


Como conclusión, creo que este momento de crisis puede ser muy enriquecedor para la psicología, y que es el momento de que los experimentadores, en conjunto, maduren sus metodologías y aprendan un poco de las ciencias viejas. Similarmente, insisto en lo crucial de mejorar enormemente la enseñanza de la estadística y el análisis de datos en aquellos que van a llevar a cabo investigaciones sociales. 

Si todo va bien, confío en que la psicología, manteniendo su personalidad y la gran cantidad de aspectos no científicos igualmente enriquecedores que tiene, pueda terminar de madurar en su faceta como ciencia y depararnos un futuro de resultados muy interesantes y, finalmente, científicos.

domingo, 5 de julio de 2015

La teoría correspondentista (o de correspondencia) de la Verdad

  En una entrada anterior mencionamos la llamada "Teoría correspondentista de la Verdad", sin explicar con detalle a que nos referíamos. La intención de esta entrada es aclarar muy brevemente en qué consiste.

La idea básica es que la "Verdad" es una propiedad relacional que es potencialmente atribuible a sentencias o pensamientos.  Decimos que es una propiedad relacional porque un enunciado es verdad o no en términos de la "relación" que guarde con el mundo extramental.

Esta forma tan intuitiva de entender qué es la verdad fue bosquejada ya por los filósofos de la antigua Grecia, aunque quizá el que mejor la expuso fué Bertrand Russel, ya a comienzos del siglo XX.

Si bien es una idea muy simple, encierra una gran complejidad semántica, lo que hace que no esté del todo bien definida. Sin embargo, para todos aquellos que son "realistas", en el sentido de que creen en la existencia de un mundo externo a la mente, es muy intuitivo pensar que, en efecto, el hecho de que una sentencia se verdad o no depende de la relación que guarda con una cierta porción de la realidad. Por lo tanto, la noción de verdad debe definirse, como ya se ha dicho, como una propiedad relacional.

Incluso para un realista, la noción de "verdad" como propiedad relacional puede presentar problemas si considera que el escéptico tiene razón al afirmar que no podemos tener conocimiento sobre el mundo. Quizá esté tipo de respuesta esté motivada por la noción correspondentista más ingenua que establece que, por definición, un enunciado es verdadero si existe un "isomorfismo estructural" entre él y dicha disposición de hechos de la realidad. Podemos llegar a pensar que dicho isomorfismo tiene sentido para sentencias muy simples, como "El martes en en mi casa hubo obras", pero es innegable que dicho isomorfismo no puede existir cuando con una sentencia estamos en realidad realizando un modelo de una cierta disposición de hechos mucho más compleja de lo que el lenguaje pueda llegar a expresar.

No obstante, se puede conciliar la crítica escéptica con la tesis correspondentista si debilitamos la noción de cómo debe ser la relación entre enunciado y realidad. Quizá el gran problema de la Teoría Correspondentista sea precisamente aclarar la naturaleza de esta relación, que puede parecer algo oscuro y misteriosa.

Mi visión propia es que dicha relación hay que entenderla bajo la luz del instrumentalismo; es decir, en términos de la capacidad de un enunciado de hacer predicciones exitosas o incluso modificar la realidad.

No tiene mucho sentido que de mayores explicaciones, pues ya hay excelentes escritos básicos explicando en qué consiste en mayor detalle la Teoría Correspondentista. Podéis leer más en esta estupenda página:

http://plato.stanford.edu/entries/truth-correspondence/#2


jueves, 2 de julio de 2015

Breve reflexión sobre el realismo y el antirrealismo en las ciencias naturales

 El adjetivo "real" puede ser polémico, complicado, creador de múltiples controversias. Decidir qué es "real", qué es eso que llamamos realidad, y mediante qué métodos lo decidimos, es una cavilación quizá inútil, pero que ha ocupado de tanto en tanto a la humanidad a lo largo de toda la historia. Tanto la definición del término, como la discusión de qué es real o qué no o cómo podemos saberlo, parece ser algo que quizá nunca llegue a un punto final.

La ciencia, en todas sus versiones y diversidad de disciplinas, es el intento (o intentos) racional de saber cada vez más sobre eso que llamamos realidad: nosotros y el mundo que nos rodea. Para ello, lo más básico es registrar lo que observamos y sentimos, pero por supuesto la ciencia va mucho más allá de ello, y potencia nuestros sentidos con tecnología, o articula leyes y teorías, etc.
Es una pregunta simplemente tan natural (como quizá innecesaria) el si (o hasta qué punto) las teorías científicas que se desarrollan son reales, o si "representan" la realidad en algún sentido, o si las entidades que aparecen ellas son reales, etc.

Ante esta pregunta tan elemental, hay básicamente dos posturas posibles (que luego pueden hibridarse y combinarse de multitud de formas): El realismo y el antirrealismo. Antes de discutirlo, tengo que advertir que aquí estoy pensando en el realismo y el antirrealismo aplicados exclusivamente a las ciencias naturales y experimentales, como la física, química, bioquímica,...

El realismo, en breve, consiste en afirmar que, en efecto, los eventos y entidades descritos por las leyes científicas son reales; están ahí fuera. Las teorías pueden ser falsas, pero también pueden ser verdaderas, y, en ese sentido, los procesos de replicación del DNA o la fusión de dos núcleos atómicos en el Sol son eventos tan reales como cualquier cosa que experimentemos en la vida cotidiana. Un realista no totalmente ingenuo entiende de inmediato que cuando un físico explica la difracción de electrones tratando a éstos como ondas no está usando un modelo completamente "realista", sino simplemente uno que funciona muy bien para el caso. Pero puede creer que, integrando distintos modelos, está efectivamente describiendo propiedades de algo que sin duda existe: el electrón. Más aún, la idea del electrón como onda puede no ser toda la realidad, pero la descripción del fenómeno de difracción es la descripción de algo real. Tan real, de nuevo, como beber un vaso de agua o ponerse un calcetín.

El antirrealismo viene a decir lo contrario. Una teoría no es "verdad", por muy exitosa que sea. Es más, las entidades teóricas que aparecen en ella, como los electrones, no tienen porqué existir. Son ficciones intelectuales útiles y los distintos modelos que hablan de ellos "herramientas del pensamiento". Merece la pena discutir un poco porque no se trata de algo ridículo (como intuitivamente podría parecer a la mayoría de los que tienen formación científica): Un antirrealista podría considerar que el término "electrón" es una suerte de astuto eufemismo que oculta tras de sí un entramado complejísimo de fenómenos y hechos que nuestro sistema cognitivo no puede (no ha evolucionado para ello) procesar y comprender de una manera satisfactoria. El electrón, pues, no existe. El electrón es una ficción porque tal concepto no corresponde a una entidad "real" concreta y externa a nosotros. Desde este punto de vista, personalmente creo que el antirrealismo (con respecto a los "sujetos" de las teorías) está estrechamente ligado a la incapacidad del lenguaje de encapsular aquellos elementos de la realidad que, por no tener una influencia y relación directa con nuestros sentidos, no hemos aprehendido hasta hacerlos intuitivos. Pero esto es sólo un punto de vista personal y no quiero arriesgarme desarrollándolo más.

El antirrealista puede encontrar una fuente de ejemplos aparentemente alentadores en la historia de la ciencia. Por poner un ejemplo de algo que aún se sigue enseñando en los institutos, la mayoría de los escolares terminan el bachillerato pensando que el electrón es una especie de pelotita azul que orbita alrededor del núcleo. Por mucho que Rutherford ganara el Nobel, o por muchas alegrías que proporcionara el ahora primitivo modelo de Bohr. está claro que estas teorías son "irreales" (y se trata de teorías que tienen mucho peso en la imagen popular de la estructura atómica).

Uno de los mejores argumentos a favor del realismo de entidades concretas (como el electrón) lo aprendí del libro "Representar e intervenir", de Ian Hacking (del que quiero hablar más). Se basa en el principio de causalidad, y lo que dice, básicamente, es que un sujeto de una teoría (una entidad teórica, dice él) pasa a ser real en el momento en que podemos identificarla como agente causal de un cierto fenómeno. Él cita un experimento en que unos físicos "rocía con positrones para aumentar la carga o con electrones para disminuir la carga" Y añade Hacking "Hasta donde a mí me concierne, si se puede rociar algo con ellos, entonces son reales".  Basándose en la identificación como agentes causales, un realista conciliador podría contestar a un antirrealista: Vale, quizá cada modelo particular que usamos del electrón no es la "verdad". Quizá incluso no haya ninguna teoría plenamente "real" acerca de ellos. Pero cuando yo le doy al interruptor, la luz se enciende. Quizá no entendamos plenamente que son, pero desde luego hay unos agentes causales responsables de esto. ¿No podemos convenir en llamarles electrones y dedicarnos luego a investigar sus propiedades?


Esta idea de identificar sujetos de teorías como agentes causales me parece importantísima en cuanto a que es un síntoma de algo más general y muy positivo: La voluntad de que la ciencia real y los experimentos jueguen un papel relevante en el debate filosófico.

Al científico entusiasmado con el realismo o meramente despreciativo con el antirrealismo se le pueden poner otros problemas: ¿Son reales las líneas de fuerza? ¿Son reales los campos? ¿Es real la energía?  Quizá algo como los bosones puedan solventar las dudas conceptuales sobre el rango epistémico de estas entidades. Pero si pensamos en una ciencia más antigua, la de hace unos cien años, y pensamos qué habríamos sido entonces, creo que tendríamos que haber sido antirrealistas con respecto a gran parte de la electrodinámica o la mecánica clásica. Y de hecho, ¡debemos seguir siéndolo! Estas teorías magníficamente elegantes y poderosísimas tienen tanto experimentos que las contradicen como eventualidades matemáticas indeseables. En efecto, la noción global hoy día es que estás teorías se aproximan mucho a la realidad en muchos rangos de la experiencia, dado su evidente éxito para predecir, lo cual queda probado de sobra por la ingeniería y la tecnología, que se basa en ellas. Pero esto no quier decir que esas teorías sean "la realidad". Sabemos que la velocidad de transmisión de la gravedad no es infinita, como en la teoría de Newton, por decir algo. Si esto pasa con estas teorías clásicas -y pasa con muchas otras- ¿por qué no va a pasar también con todas las que hoy en día aún no se han "mejorado"?-  No tenemos porqué decir que la Relatividad General es "la realidad". Funciona muy bien para hacer predicciones, y ciertamente nos ayuda a conseguir una imagen de realidades muy concretas y materiales. Nos ayuda a tener una imagen más próxima a la realidad. Pero la creencia de que el Universo es exactamente así no es sólo infundada sino demostrablemente falsa.

Esto es importante porque apunta a que las posturas inicialmente aparentemente irreconciliables del realismo y el antirrealismo quizá puedan encontrarse en algún punto. Quizá el antirrealismo sea muy razonable cuando hablamos de teorías y el racionalismo sean lo lógico al hablar de entidades concretas y materiales.

Ian Hacking en su libro hace esta distinción: "realismo con respecto a las teorías y realismo con respecto a las entidades", lo cual me parece esencial para que pueda establecerse un debate significativo.

El problema es que el antirrealismo "razonable" que he mencionado no merece ese nombre pintoresco, en mi opinión. El antirrealismo que lo que dice es que las teorías se aproximan a la realidad, y que son construcciones intelectuales útiles para hacer predicciones, etc, pero que en ningún caso nos dan una imagen completa de cómo funciona el mundo, sino si acaso una idea aproximada -o que al menos nos dice cómo definitivamente NO funciona-, es lo que viene a llamarse instrumentalismo. Lo que pasa es que la visión instrumentalista de las teorías científicas, así dicho, me parece una cuestión de perogrullo tal que decir que es una forma de antirrealismo me parece muy pretencioso. Dentro del instrumentalismo puede haber mucho debate y muchos matices. Pero, en mi opinión, cuando de lo que estamos hablando es de qué son y cómo son las teorías científicas (y como se "relacionan", en un sentido correspondentista, con la realidad), fuera del instrumentalismo sólo están o el realismo ingenuo o el antirracionalismo estéril de alguien como Feyerabend  o un constructivista.

En cuanto a los sujetos de las teorías, quizá un gran problema de los antirrealistas -y aquí me tiro a la piscina de nuevo y doy una visión muy personal- es que han tendido a pensar en ellos casi como si de ideas platónicas se tratasen. Un antirrealista, al oir "electrón", quizá piense en ello en términos de un gran concepto muy grandiosamente definido y muy concreto. Quizá piense que el científico tiene un afán muy analítico, idealista o definitorio al decir "electrón". Pero para el científico el electrón tal vez sea sólo un agente causal, del que le interesa sacar algún provecho o intervenir la realidad con él de alguna forma.

Es fundamental, de todas formas, entender que el debate sobre el realismo de los sujetos de las teorías sólo tiene sentido (o al menos, interés, desde mi punto de mi vista) si se realiza de manera concreta, aprendiendo en cada caso qué nos dice la experiencia y los experimentos. Decir algo como "soy realista con respecto a las entidades teóricas" es, como diría Cioran, como una religión, sólo que más bobo. Uno puede decidir, después de un examen de los experimentos y hechos relevantes, que es realista con respecto al electrón, o qué sé yo qué otra cosa. Cosas concretas. Pero yo si pudiera transmitir un mensaje a la comunidad filosófica sería éste: no caigáis en los "generalismos". No os pongáis etiquetas. Discutid sobre temas concretos.


lunes, 22 de junio de 2015

¿Respetar las ideas? (Apología de la Intolerancia)


Uno siempre puede cuestionar los fines de sus semejantes. Incluso los que intuitivamente puedan parecernos más nobles o justificables pueden ser sometidos al yugo del relativismo. El escéptico se pregunta por todo y no tiene porqué dar nada por seguro. Así lo hace, por tanto, con las ideas morales y humanitarias. No obstante, nos vamos a permitir aquí partir de la intuición -o de la emoción o sentimiento- de que "queremos" avanzar como especia hacia una mayor comprensión del mundo que nos rodea.

Este fin puede ser puesto en entredicho. Yo no trataré de convencer a nadie de que éste es un fin "justo", pues tal cosa no existe. Si a alguien no le interesa este fin, no voy a discutir con ese alguien. Simplemente enuncio que, para mí, por una cuestión puramente emocional que no me veo mínimamente tentado de intentar justificar, comprender cada vez mejor el mundo material que me rodea es un fin importante. Puesto que me planteo este fin, me debo plantear a continuación cómo proceder para alcanzarlo, y cómo debemos proceder los humanos como especie para acercarnos a él.

El deseo de avanzar hacia una situación progresiva de mayor comprensión del mundo natural es, en síntesis, lo que llamamos humanismo científico. El humanismo científico consiste en tener como uno de los pilares del "progreso" (sea lo que sea éste en se conjunto) la adquisición de más conocimientos y comprensión sobre el universo extramental en el que vivimos. El progreso tiene, por supuesto, distintos factores y constituyentes fundamentales, pero es de la parte del progreso relacionada con el conocimiento que nos preocupamos aquí.

Si bien, estrictamente, nunca estaremos completamente seguros de enunciados afirmativos sobre la naturaleza, si podemos establecer una jerarquía aproximada sobre el conjunto de enunciados referidos a cierto fenómeno o relación de hechos. Para avanzar hacia una mayor comprensión del mundo, deberemos despreciar aquellos enunciados que están muy abajo en nuestra jerarquía, y que juzgamos altísimamente improbables (o directamente falsos), gracias a la aplicación de los métodos de contrastación y generación de conocimiento de que disponemos. Hay ideas cuya existencia y popularidad suponen un obstáculo para el progreso, tal como lo estamos entendiendo aquí, y es por ello que el humanismo científico debe consistir en activamente rechazar todas aquellas ideas con un Valor de Verdad despreciable.

Desde un punto de vista teórico, todo el peso de este discurso está desplazado, por supuesto, a la validez, utilidad, importancia y universalidad del Método Científico. No obstante, situándonos en el contexto del mundo real, algunas observaciones sencillas sobre la historia y la tecnología que nos rodea deberían bastar para acabar con el relativismo (que al fin y al cabo es el único enemigo de las ideas que defendemos aquí, una vez aceptada nuestra noción de progreso).

En efecto, las tecnologías de las que con tanta sencillez disponemos se basan en unos "conocimientos", en unas disciplinas científicas que tienen sus paradigmas y teorías. La tecnología es una evidencia de que el relativismo no es más que un juego del lenguaje, y que no puede ser una concepción seria del rango cognoscitivo de los enunciados sobre el mundo natural. Si los aviones vuelan, es gracias a una proeza de ingeniería que en último término se sustenta en unas ciertas leyes de la mecánica de fluidos, por ejemplo. Está claro que esas leyes de la mecánica de fluidos -independientemente del contexto cultural, social o económico en que fueron descubiertas- deben de guardar una relación de correspondencia con la realidad extramental a la que hacen referencia bastante satisfactoria (en el sentido de que el Valor de Verdad asociado es alto). No puede ser cierto que cualquier conjunto de enunciados sobre el comportamiento de los fluidos sea igualmente valioso (entendiendo valioso, insistimos, en términos de la consabida relación de correspondencia), pues la tecnología relacionada con la aviación utiliza unas leyes, enunciados y teorías concretas -los que se han mostrados exitosos ante el Método Científico a lo largo de la historia-.   Otro ejemplo serían las relativamente modernas técnicas de diagnóstico médico como el TAC, la Resonancia magnética nuclear o el PET. El PET se basa -en último término y simplificando en extremo- en algo aparentemente tan teórico y lejano a la cotidianeidad como es la existencia de las misteriosas 'antipartículas'. Las ideas de la Resonancia magnética tienen que ver con un entendimiento profundo del magnetismo y su interacción con la materia. Evidentemente, no es concebible que nuestras teorías sobre el magnetismo o las partículas nucleares sean arbitrarias y relativas cuando contamos con una tecnología que se basa tan críticamente en ellas y que se muestra exitosa día a día.

Los circuitos eléctricos, la telefonía, la genética... Son sólo ejemplos de tecnologías que estás inmersas en nuestro día a día y que evidencian la invalidez del relativismo, pues deja claro que las ideas científicas en las que se basan se acercan exitosamente al objetivo de representar la realidad extramental.  Todas estas tecnologías revierten a su vez, bien utilizadas, en la mejora de la calidad de vida de las personas, lo que sugiere que la noción de progreso científico que hemos defendido aquí puede ser, hasta cierto punto, objetivada -en tanto a que puede entenderse que es un fin intermedio si el fin inicial que nos planteábamos era la mejora de la calidad de vida de las personas-.

Todo esto no quiere decir que estemos cayendo en una perspectiva realista, donde defendamos que las teorías científicas son 'verdaderas' en el sentido binario tradicional del adjetivo 'verdadera'. Insistimos en que la noción de 'verdad' tiene un componente probabilístico, y que los argumentos que hemos presentado lo que hacen es evidenciar el hecho de que ciertas teorías sean "muy probables", en el sentido de que, hasta donde sabemos y hemos podido corroborar, presentan un grado de acuerdo con la realidad muy alto.

Armados con el hecho ya argumentado de que hay ciertas ideas, enunciados y teorías que puntúan muy alto en la jerarquía realizable a través del concepto de Valor de Verdad, podemos argüir que hay otras (sus negaciones, por ejemplo) que puntúan muy bajo y que por lo tanto debemos desechar para actuar conforme al fin que nos hemos fijado y a la idea de progreso que estamos defendiendo aquí.

Por ejemplo, podemos considerar un enunciado como "La Tierra tiene 5000 años", que no hace ni un siglo aún era popular en algunos sitios. Una idea como ésta está en clara contradicción con teorías científicas bien aceptadas, sobre las que hay un gran grado de consenso en virtud del grado de correspondencia que se ha comprobado que tienen con la realidad a través de distintas observaciones y experimentos. Por lo tanto, como individuos interesandos en el progreso científico, debemos rechazar esta idea como falsa (al menos, como falsa con una altísima probabilidad). No sólo eso: si además aceptamos la idea del humanismo científico como un fin, desearemos -para ser coherente con tal fin- combatir esa idea y, si es posible, a través de escritos o programas educativos, explicar y divulgar porque es una idea errónea que debe ser considerada un simple mito.

[pendiente de seguir]



viernes, 19 de junio de 2015

El Valor de las Ideas (Apología de la Intolerancia)

SI yo comenzara este escrito afirmando que la Tierra gira alrededor
del Sol, posiblemente no sorprendería ni alarmaría a nadie: hoy en
día casi todo el mundo concedería que tal enunciado es verdadero.
Si, por el contrario, comenzara afirmando que es el Sol el que gira
alrededor de la Tierra, las mismas personas afirmarían que el
enunciado es falso. Hay toda una gama de enunciados intermedios que,
si bien no se catalogarían de "indudablemente verdaderos" o
"indudablemente falsos", sí pueden ser calificados de "probablemente
verdaderos", "muy posiblemente verdaderos", o lo que sea.


Por ejemplo, si recién despertado, desde mi ventana, veo  a varias
personas pasear con un paraguas en la mano, será lógico inferir que
poco tiempo antes estaba lloviendo. Siendo un poco imagninativos,
podríamos plantear la hipótesis de que ha habido una convención de
amantes de los paraguas, o quizá que todas aquellas personas a la
vez se equivocaron al sacar el paraguas de casa. Hay cantidad de
hipótesis planteables (estrictamente, infinitas), pero, sin entrar
por ahora en detalles y dejándonos llevar por la intuición, creo que
hay un consenso global en que lo más "racional" (olvidándonos por
ahora de cualquier definición rigurosa de este epíteto y dejándonos,
de nuevo, llevar por la intuición) es pensar que, en efecto, minutos
antes había lluvia en las calles. Esto no quiere decir que yo
estuviera dispuesto a apostar mi vida a favor de esta hipótesis
(¡demasiado riesgo!); pero probablemente gustosamente apostaría una
cantidad moderada de dinero, convencido de que "muy probablemente"
acabaría ganando.


Este enfoque del tipo "teoría de juegos" (¿qué apostaría a favor de
una hipótesis? ¿cuánto?) da una idea clara de que, cuando hay una
reflexión de por medio, nuestra noción de que algo sea verdad es una
noción de naturaleza probabilística. La "Verdad", por lo tanto, no
es un valor binario; no es una variable booleana que se asocie como
unos y ceros a los enunciados sobre el mundo que nos rodea. Más
bien, se trataría (en caso de que una cuantificación fuese posible,
lo cual, evidentemente, no es el caso) de una variable continua, que
podría tomar (y aquí me voy a permitir elongar aún más el símil
lógico-aritmético) cualquier valor entre 0 y 1.

Esto no es nada esencialmente nuevo; la concepción del adjetivo
"verdad" en la práctica científica se entiende así desde hace
tiempo: Yo no voy a decir que sea imposible encontrar los huesos de
una gallina en los estratos del precámbrico, pero sin duda lo juzgo
altísimamente improbable y vivo como si en efecto fuese imposible,
ya que mi racionalidad teórica me ha conducido a "creer" en la
Teoría de Evolución por Selección Natural. En efecto, y como dijo el
Nobel Frank Wilczek, "lo imposible es muy improbable que ocurra".
Antes de seguir, quiero dejar aquí dicho que me disgusta mucho el
uso del verbo "creer" en la frase anterior; no obstante, a fin de no
entorpecer el discurso, omitiré ese punto por ahora y volveré sobre
ello más tarde.

Lo que quizá no es tan estándar es la insistencia en que la
reflexión más elemental lleva de forma natural al fenómeno
psicológico de que las personas desarrollemos una intuición
probabilística sobre el significado del término "verdad". Es esto lo
que nos lleva a pensar en intentar definir algo que podríamos llamar
"Valor de Verdad". Este Valor de Verdad (VdV, a partir de ahora) es
una característica abstracta, puramente mental, artificial y
auxiliar que puede, potencialmente, aplicarse a cualquier enunciado
sobre la naturaleza del mundo o sobre las relaciones que se
establecen entre sus constituyentes. Sería una suerte de medida de
cuán "acertado" es un cierto enunciado o complejo de enunciados; es
decir, cuál es el "valor intrínsico" de estos. El VdV es, por
supuesto, algo meramente intuitivo, pero cuya utilidad conceptual
está clara desde la noción probabilista que estamos defendiendo aquí
-tanto a un nivel epistemológico como a un nivel psicológico-. Para
defender la creación y utilidad del VdV, nos basamos de manera
crítica en tres aspectos:

1) La noción no-binaria (difusa o continua, si se quiere) del
concepto de "verdad"

2) La intuición sobre la naturaleza probabilística del concepto de "verdad"

3) La Teoría de la Correspondencia como base para definir la noción
de "verdad"

El último punto es delicado, pues hasta ahora no lo habíamos
mencionado y es, en realidad, la motivación original para definir el
VdV. La idea de la Teoría de la Correspondencia es, en principio,
muy simple: Los enunciados (o complejos de enunciados) sobre hechos
o propiedades tienen un valor íntrinseco en términos de la relación
de correspondencia que tienen con las realidades extramentales a las
que hacen referencia. Dado un cierto enunciado, si los términos que
aparecen en él están correctamente definidos, éstos expresan cierta
disposición material de unos hechos y relaciones materiales
concretos. Por otra parte, los objetos extramentales representados
por los elementos del lenguaje que les nombran en el enunciado en
cuestión, tienen a su vez una cierta disposición material y
relacional que es completamente extramental. De aceptarse esto, creo
que debe de haber un consenso global sobre que estas disposiciones
materiales concretas son incapsulables en lenguaje alguno. No
obstante, el lenguaje, como representador de esas realidades
extramentales, lleva a cabo -a través del enunciado- un modelo sobre
cómo son unos ciertos hechos y sus relaciones. Para ser más claros:
En la realidad extramental, contaremos con unos objetos materiales
A,B,C,... y unas ciertas relaciones entre ellos, R,S,T...  El
lenguaje, a través de unos enunciados, construye unos objetos
a,b,c.... y unas ciertas relaciones entre ellos r,s,t.... Entre
ambos complejos de objetos/hechos/representantes y relaciones,
existe a su vez una relación, que, si bien en último término es
innacesible en todos sus detalles, es la que idealmente nos daría
una noción precisa de cuán acertado y valioso es el enunciado (o
enunciados) que queremos valorar.


El estudio de la relación de correspondecia se puede llevar a cabo
en imitación del proceder científico más elemental: El de utilizar
nuestros sentidos para corroborar la existencia o no de ciertas
propiedades y hechos expresados por el lenguaje. Es, por supuesto,
un debate difícil si esto puede conseguirse para cierto tipo de
enunciados. Sin embargo, esto no cambia el hecho de que sea la
asignación de VdV a los enunciados mediante procedimientos de
contrastación aquello a lo que debamos aspirar al intentar generar
cierto conocimiento sobre la forma de ser de la naturaleza y el mundo.

Hay que insistir, también, y a fin de evitar malentendidos, que las
relaciones de correspondencia son sólo parciales, debido a los
siguientes tres motivos:

1) Las relaciones materiales extramentales son, como hemos dicho, en
último término inefables e imposibles de determinar con todo detalle

2) En los enunciados (salvo casos muy específicos, como los
estrictamente científicos o lógicos) siempre hay cierta vaguedad en
los términos utilizados. Es imposible contar con un lenguaje
completamente preciso (¡un tal lenguaje sería infuncional, como
señalaba Karl Popper al atacar los impulsos de excesiva claridad
analítica de algunos filósofos!)

3) Los procedimientos de contrastación e investigación de las
relaciones de correspondencia son falibles y siempre sujetos a
revisión.


Sin embargo, estos hechos, que simplemente reafirman la infinita
complejidad de la noción de "verdad" y de la relación del lenguaje
con el mundo extramental, no supone la derrota total y la caída en
el escepticismo radical. Si nos perdiéramos en la filosfía sin más,
quizá sería tentador seguir ese camino. No obstante, hay toda una
tecnología basada en la ciencia que nos recuerda que, por
presuntuosamente derrotista que queramos ser al hacer filosofía, al 
final hay ciertos conjuntos de enunciados que, de algún modo u otro,
tienen más valor y se acercan más a la "verdad". De no ser así,
¿cómo se explica que se hagan predicciones y se construyan
ordenadores? Por lo tanto, existe de manera innegable la fortísima
intuición de que debe ser posible hablar de qué es verdad,  y de
cuándo un enunciado es más verdad que otro. Y si esto es así para la
electrónica o para la cirujía, ¿por qué no suponer que va a ser así
para un género mucho más amplio de enunciados, aún cuando la
realización concreta de determinar qué enunciados son los más
valiosos sea en último término una empresa irrealizable?

Por supuesto, en ningún momento queremos defender la absurda
creencia en un algoritmo para poder valorar ideas. La discusión
previa simplemente debe servir como motivación para entender porqué
es natural introducir un concepto como el VdV. Tenemos experiencia
histórica como para hacer ciertos juicios sobre las relaciones de
correspondencia, pero en ningún momento planteamos que esto sea un
sistema exacto o cuantitativo, lo cual sería obviamente ridículo.


Debemos detallar un poco más el concepto de VdV, pues hay aún un
elemento que no se ha discutido. Muchas veces -todas, en realidad-
los enunciados no se dan aislados, sino que están integrados en un
cuerpo más amplio. En este caso, la asignación de un VdV tiene que
ver también con el hecho de que el cuerpo global de enunciados tenga
una coherencia y cohesión interna que no lo hagan desmoronarse antes
incluso de pasar a la contrastación empírica. Algo parecido, pero en
mayor medida, pasa con los enunciados puramente matemáticos o
lógicos. Son de una naturaleza que llamamos analítica. Hasta ahora,
al hablar de enunciados y su VdV, hemos pensado en enunciados que
establecen hipótesis sobre disposiciones relacionales materiales y
extramentales. Pero un enunciado matemático tiene un VdV que es
independiente, por supuesto, del mundo empírico, puesto que no hay
ninguna relación a establecer con una realidad material extramental.
En la práctica, los enunciados y los complejos de enunciados tienen
elementos que viven en dos planos: uno lógico-matemático
/argumentativo y otro empírico/relacional. Así, una deducción de una
ley o teoría física tiene varios niveles en los que asignarle un
VdV. El trabajo matemático correspondiente que articula las
relaciones entre las distintas partes de la teoría tiene que
respetar unas reglas lógicas y racionales, mientras que la
experimentación y la observación tienen que arrojar evidencias de
que las relaciones de correspondencia son adecuadas. Si bien estas
ideas parecen sencillas de aplicar, en principio y sin entrar en más
detalles técnicos por el momento, a las matemáticas o la física,
parece complicado que ideas similares puedan ser extendidas a
enunciados "del día a día". De nuevo, la idea del VdV no es la 
pretensión generar un algoritmo de ningún tipo, sino alcanzar una
compresión teórica de qué es la "verdad", extendiendo de manera
racional y seria las nociones intuitivas que se derivan de la
percepción probabilística y de la Teoría de la Correspondencia.

Lo más parecido a un algoritmo sería un esquema mental sobre como
ponderar de manera reflexiva el valor que se le puede asignar a un
enunciado. Primero habría que realizar un estudio puramente
analítico, asegurándonos que, al menos a grandes rasgos y en lo
crucial, se entienden bien los términos y conceptos utilizados.
Después, se llevaría a cabo un examen de la consistencia lógica
elemental del enunciado, para a continuación desglosar el enunciado
en premisas, procesos de inferencia, conclusiones y, si procede,
examinar la calidad argumentativa (no procede, por supuesto, en un
enunciado puramente descriptivo y científico). Uno de los siguientes
pasos, quizá mal entendido en general cuando se trata de las
llamadas "Ciencias Sociales", es entender meticulosamente las
distintintas interpretaciones que se pueden dar al enunciado en
función del contexto en que se integre. Por último, cuando no se
trate de enunciados puramente analíticos, viene el paso fundamentalde llevar a cabo procedimientos que poermitan analizar las
relaciones de correspondencia con disposiciones materiales de hechos
conocidos o plausibles.


Repetimos e insistimos en que este esquema en absoluto tiene un afán
cuantificador en lo más mínimo. De hecho, da cuanta de una manera
muy explícita de la complejidad inasible que se da en la relación
entre el mundo mental del lenguaje y sus repsentaciones y el mundo
material extramental. Pero esto no debilita la concepción que
queremos desarrollar sobre la formalización aproximada de la noción
del VdV. Hay que insistir, pues, en que aunque no podamos precisar
cómo valorar las ideas, sabemos que esto se puede hacer
(esencialmente y en términos teóricos e ideales), pues esto lo
evidencia la obvia jerarquización de las ideas que se lleva a
cabo, no sólo en la ciencia, sino día a día en la mente de las
personas (recordemos el ejemplo de los paraguas).

Aunque está incluído en lo ya dicho, conviene resaltar lo valioso
que resulta para una idea/enunciado (en términos de ganar en VdV)
tener una mayor capacidad contrastable. Salvo en el que caso de que
nos la veamos con un enunciado puramente analítico, donde se
establecen relaciones entre objetos formales, una idea podrá ser
tanto más valorada cuanto más factible resulte llevar a cabo
procedimiento de contrastación que testeen las disposiciones
materiales y relacionales extramentales que representa a través del
lenguaje.

Desde este punto de vista, la creencia en un Ser divino como Zeus,
Mitra o el Dios del cristianismo, se basa en una idea que carece de
valor (en el sentido de que tiene muy poco VdV), pues si bien está
clara la supuesta relación de hechos extramentales que explicita la
hipótesis de Dios, no parece haber ningún argumento empírico que la
sustente de manera clara y con todos sus detalles, además de que
dicha hipótesis no proporciona ningún modo de que efectuemos
procedimientos de contrastación sobre ella. Por supuesto, queda
mucho que decir sobre la forma concreta de los procedimientos de
contrastación y las estrategias para diseñarlos. La respuesta, por
supuesto, se encuentra en el método (o métodos) científico, como
explicaremos y justificaremos más adelante, cuando, en vez de
ocuparnos meramente de una pregunta como "qué es la verdad", nos
ocupemos de asuntos como "a qué llamamos conocimiento" y "cómo
generamos conocimiento". Evidentemente, querríamos añadir, no
negamos la existencia de Zeus, Mitra o el Dios del cristianismo de
manera total. Esto sería absurdo. ¿Cómo podríamos estar
completamente seguros de algo, por definición, no contrastable? Sin
embargo, no cayendo en el error de los agnósticos, nos damos cuenta
de que el hecho de que tanto una hipótesis H  como su negación, noH
(ambas afirmando algo sobre la forma de ser del mundo y el
universo), sean no contrastables, no quiere decir que debamos
considerar H y noH equiprobables, pues esto nos llevaría al absurdo
de que cualquier hipótesis disparatada que se nos ocurrierra
formular al vuelo (como que hay caballos voladores de ocho patas que
se ocultan de la humanidad; por decir algo) debería considerarse
como verdadera con un cincuenta por ciento de probabilidad.

Desviándonos un poco de las cuestiones teóricas, a continuación nos
gustaría aplicar las anteriores disquisiciones a la disección de en
qué consisten las creencias humanas y en qué consiste la
jerarquización de las ideas en la práctica cotidiana de una persona.
Esperamos que esta disgresión pueda leerse de manera autónoma sin
necesidad de referirse a los comentarios y discusiones posteriores
sobre la naturaleza del método científico, el cual, como
comentaremos, contemplamos como un método crítico universal que
debemos aspirar a imitar en todas las actividades de nuestra vida
intelectual.