lunes, 22 de junio de 2015

¿Respetar las ideas? (Apología de la Intolerancia)


Uno siempre puede cuestionar los fines de sus semejantes. Incluso los que intuitivamente puedan parecernos más nobles o justificables pueden ser sometidos al yugo del relativismo. El escéptico se pregunta por todo y no tiene porqué dar nada por seguro. Así lo hace, por tanto, con las ideas morales y humanitarias. No obstante, nos vamos a permitir aquí partir de la intuición -o de la emoción o sentimiento- de que "queremos" avanzar como especia hacia una mayor comprensión del mundo que nos rodea.

Este fin puede ser puesto en entredicho. Yo no trataré de convencer a nadie de que éste es un fin "justo", pues tal cosa no existe. Si a alguien no le interesa este fin, no voy a discutir con ese alguien. Simplemente enuncio que, para mí, por una cuestión puramente emocional que no me veo mínimamente tentado de intentar justificar, comprender cada vez mejor el mundo material que me rodea es un fin importante. Puesto que me planteo este fin, me debo plantear a continuación cómo proceder para alcanzarlo, y cómo debemos proceder los humanos como especie para acercarnos a él.

El deseo de avanzar hacia una situación progresiva de mayor comprensión del mundo natural es, en síntesis, lo que llamamos humanismo científico. El humanismo científico consiste en tener como uno de los pilares del "progreso" (sea lo que sea éste en se conjunto) la adquisición de más conocimientos y comprensión sobre el universo extramental en el que vivimos. El progreso tiene, por supuesto, distintos factores y constituyentes fundamentales, pero es de la parte del progreso relacionada con el conocimiento que nos preocupamos aquí.

Si bien, estrictamente, nunca estaremos completamente seguros de enunciados afirmativos sobre la naturaleza, si podemos establecer una jerarquía aproximada sobre el conjunto de enunciados referidos a cierto fenómeno o relación de hechos. Para avanzar hacia una mayor comprensión del mundo, deberemos despreciar aquellos enunciados que están muy abajo en nuestra jerarquía, y que juzgamos altísimamente improbables (o directamente falsos), gracias a la aplicación de los métodos de contrastación y generación de conocimiento de que disponemos. Hay ideas cuya existencia y popularidad suponen un obstáculo para el progreso, tal como lo estamos entendiendo aquí, y es por ello que el humanismo científico debe consistir en activamente rechazar todas aquellas ideas con un Valor de Verdad despreciable.

Desde un punto de vista teórico, todo el peso de este discurso está desplazado, por supuesto, a la validez, utilidad, importancia y universalidad del Método Científico. No obstante, situándonos en el contexto del mundo real, algunas observaciones sencillas sobre la historia y la tecnología que nos rodea deberían bastar para acabar con el relativismo (que al fin y al cabo es el único enemigo de las ideas que defendemos aquí, una vez aceptada nuestra noción de progreso).

En efecto, las tecnologías de las que con tanta sencillez disponemos se basan en unos "conocimientos", en unas disciplinas científicas que tienen sus paradigmas y teorías. La tecnología es una evidencia de que el relativismo no es más que un juego del lenguaje, y que no puede ser una concepción seria del rango cognoscitivo de los enunciados sobre el mundo natural. Si los aviones vuelan, es gracias a una proeza de ingeniería que en último término se sustenta en unas ciertas leyes de la mecánica de fluidos, por ejemplo. Está claro que esas leyes de la mecánica de fluidos -independientemente del contexto cultural, social o económico en que fueron descubiertas- deben de guardar una relación de correspondencia con la realidad extramental a la que hacen referencia bastante satisfactoria (en el sentido de que el Valor de Verdad asociado es alto). No puede ser cierto que cualquier conjunto de enunciados sobre el comportamiento de los fluidos sea igualmente valioso (entendiendo valioso, insistimos, en términos de la consabida relación de correspondencia), pues la tecnología relacionada con la aviación utiliza unas leyes, enunciados y teorías concretas -los que se han mostrados exitosos ante el Método Científico a lo largo de la historia-.   Otro ejemplo serían las relativamente modernas técnicas de diagnóstico médico como el TAC, la Resonancia magnética nuclear o el PET. El PET se basa -en último término y simplificando en extremo- en algo aparentemente tan teórico y lejano a la cotidianeidad como es la existencia de las misteriosas 'antipartículas'. Las ideas de la Resonancia magnética tienen que ver con un entendimiento profundo del magnetismo y su interacción con la materia. Evidentemente, no es concebible que nuestras teorías sobre el magnetismo o las partículas nucleares sean arbitrarias y relativas cuando contamos con una tecnología que se basa tan críticamente en ellas y que se muestra exitosa día a día.

Los circuitos eléctricos, la telefonía, la genética... Son sólo ejemplos de tecnologías que estás inmersas en nuestro día a día y que evidencian la invalidez del relativismo, pues deja claro que las ideas científicas en las que se basan se acercan exitosamente al objetivo de representar la realidad extramental.  Todas estas tecnologías revierten a su vez, bien utilizadas, en la mejora de la calidad de vida de las personas, lo que sugiere que la noción de progreso científico que hemos defendido aquí puede ser, hasta cierto punto, objetivada -en tanto a que puede entenderse que es un fin intermedio si el fin inicial que nos planteábamos era la mejora de la calidad de vida de las personas-.

Todo esto no quiere decir que estemos cayendo en una perspectiva realista, donde defendamos que las teorías científicas son 'verdaderas' en el sentido binario tradicional del adjetivo 'verdadera'. Insistimos en que la noción de 'verdad' tiene un componente probabilístico, y que los argumentos que hemos presentado lo que hacen es evidenciar el hecho de que ciertas teorías sean "muy probables", en el sentido de que, hasta donde sabemos y hemos podido corroborar, presentan un grado de acuerdo con la realidad muy alto.

Armados con el hecho ya argumentado de que hay ciertas ideas, enunciados y teorías que puntúan muy alto en la jerarquía realizable a través del concepto de Valor de Verdad, podemos argüir que hay otras (sus negaciones, por ejemplo) que puntúan muy bajo y que por lo tanto debemos desechar para actuar conforme al fin que nos hemos fijado y a la idea de progreso que estamos defendiendo aquí.

Por ejemplo, podemos considerar un enunciado como "La Tierra tiene 5000 años", que no hace ni un siglo aún era popular en algunos sitios. Una idea como ésta está en clara contradicción con teorías científicas bien aceptadas, sobre las que hay un gran grado de consenso en virtud del grado de correspondencia que se ha comprobado que tienen con la realidad a través de distintas observaciones y experimentos. Por lo tanto, como individuos interesandos en el progreso científico, debemos rechazar esta idea como falsa (al menos, como falsa con una altísima probabilidad). No sólo eso: si además aceptamos la idea del humanismo científico como un fin, desearemos -para ser coherente con tal fin- combatir esa idea y, si es posible, a través de escritos o programas educativos, explicar y divulgar porque es una idea errónea que debe ser considerada un simple mito.

[pendiente de seguir]



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