jueves, 1 de marzo de 2018

Sophie Germain

Durante las Guerras Napoleónicas, soldados franceses tomaron la ciudad de Brauschweig, donde vivía y trabajaba Carl Friedrich Gauss, uno de los mayores genios matemáticos de todos los tiempos. Preocupada por el posible destino que pudiera aguardarle, Sophie Germain -francesa- escribió a un general amigo de su familia para que se encargara personalmente de asegurar que se respetara la vida de Gauss. Germain conocía en detalle las "Disquisitiones Arithmeticae" de Gauss, de casi su misma edad, y ambos se habían carteado durante años intercambiando ideas sobre teoría de números. Ella, sin embargo, usaba el pseudónimo "M. LeBlanc" , ya que nadie habría tomado en serio que una mujer tratara de hacer matemáticas en aquella época. A pesar de sus trabajos originales sobre el Último Teorema de Fermat y sus descubrimientos pioneros en la Teoría de la Elasticidad, nunca se le concedió una posición académica. Incluso su propia familia reprobaba su vocación científica, y a mí me gusta imaginar a una Sophie adolescente leyendo a escondidas a Euler y a Laplace a la luz de un candil bajo las sábanas. Pero, cuando a raíz de la invasión de Brauschweig, Gauss supo a través del mencionado general de la existencia de Sophie, descubriendo así accidentalmente que Monsieur LeBlanc era en realidad Madame Germain, le dirigió esta bonita carta, que si bien es poca y pobre recompensa para la injustamente ignorada genialidad de Germain, es al menos un emotivo y muy especial momento de la historia de las matemáticas que merece ser recordado:
"But how can I describe my astonishment and admiration on seeing my esteemed correspondent Monsieur LeBlanc metamorphosed into this celebrated person, yielding a copy so brilliant it is hard to believe? The taste for the abstract sciences in general and, above all, for the mysteries of numbers, is very rare: this is not surprising, since the charms of this sublime science in all their beauty reveal themselves only to those who have the courage to fathom them. But when a woman, because of her sex, our customs and prejudices, encounters infinitely more obstacles than men, in familiarizing herself with their knotty problems, yet overcomes these fetters and penetrates that which is most hidden, she doubtless has the most noble courage, extraordinary talent, and superior genius. Nothing could prove to me in a more flattering and less equivocal way that the attractions of that science, which have added so much joy to my life, are not chimerical, than the favor with which you have honored it.
[...]
The scientific notes with which your letters are so richly filled have given me a thousand pleasures. I have studied them with attention and I admire the ease with which you penetrate all branches of arithmetic, and the wisdom with which you generalize and perfect."

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