lunes, 24 de junio de 2013

Contra las pseudociencias



En nuestra sociedad, de forma alarmante, se observa una aceptación y un tratamiento de los conocimientos místicos y pseudocientíficos del todo incompatible con el estado actual de nuestra ciencia. Programas como “Cuarto milenio” u otros similares sobre espiritismo y ocultismo, así como publicaciones mensuales de revistas que hablan de ufología, espectros, el más allá, etc, no hacen sino confundir a la población con sus despreciables formas de “conocimiento” que, sin sustentarse en el método científico ni en ninguna base teórica consistente desde un punto de vista lógico, proponen hipótesis sobre la naturaleza y fenómenos de nuestro mundo que hacen de nuestra era, tal como Feynman la denominó, “esta era acientífica”...
Me propongo, por tanto, en este breve trabajo, atacar todo tipo de pseudociencia, mostrando los motivos por los cuales suponen un paradigma anticientífico en nuestra cultura por su falta de base empírica, contradicciones internas, etc.
Antes de comenzar, quiero dejar claro otro asunto; es típico oír defensas alegando que, siendo la incertidumbre y el anti-dogmatismo ingredientes básicos del quehacer científico, resulta incoherente negar categóricamente ciertas ideas propias de las pseudociencias. Pues bien, para mí, resulta obvio que una cosa es admitir la incertidumbre, convivir con la duda y aceptar el valor limitado de las teorías científicas –así como la existencia de tantísimos misterios aun por descubrir y explicar- y otra muy distinta es realizar especulaciones “extracientíficas” sin ningún tipo de sustento racional potente ni ninguna base empírica reseñable, planteando cuestiones que rayan el terreno de la metafísica y que pretenden, sin embargo, tener la categoría de científicas (o al menos su credibilidad). Por si fuera poco, tales especulaciones no se sitúan en el marco de ningún paradigma aceptado, sino que las encontramos, siempre y sin excepción, al borde de la ciencia y constituyendo un desafío para la racionalidad humana, pero, siempre también, con esa inconfundible chispa que le proporciona su presentación sensacionalista con la que penetra en la mente de tantísimos individuos desprevenidos.
Por otra parte, si alguna vez nos encontramos ante un hecho misterioso, ante algún fenómeno inexplicable, la postura más inteligente sería reconocer nuestra ignorancia y especular, sin convencimiento, de la posible naturaleza de tal fenómeno, suponiendo que algún día recibirá alguna explicación en el marco de alguna teoría científica; lo que sería, por otra parte, muy triste y empobrecedor, sería buscar alguna explicación trascendente o mística al margen de la ciencia, en vez de reconocer que quizá no estemos preparados para comprender ciertas cosas. Por ejemplo, hace algunos milenios los seres humanos creían que el sol era un dios todopoderoso, o, hasta la aparición de la Teoría de la Evolución, que la estructura del ojo en los vertebrados parecía una prueba indiscutible de que tenía que existir algún tipo de inteligencia superior. Sin embargo, también se han dado aquellos que, con la mente abierta y un espíritu curioso con afán de conocimiento, se pararon a pensar y, rechazando los dogmatismos y los argumentos sin pruebas ni coherencia, reconocieron su ignorancia y vivieron en una incertidumbre crítica. Ciertamente, si encontramos algo que no entendemos, siempre podemos decir que es obra de un espíritu mágico inmaterial, pero eso no explica lo más mínimo, simplemente deja patente que no sabemos nada.


ASTROLOGÍA Y UFOLOGÍA

Un ejemplo de pseudociencia del dominio popular es la astrología, un conjunto de creencias que afirman que se puede conocer el futuro de las personas y su personalidad en base a observaciones planetarias y a como los objetos celestes influyen en los seres humanos. En un principio, en la notablemente atrasada sociedad de la edad media, carcomida por las guerras, las monarquías absolutistas y los estados teocráticos, astronomía y astrología estaban unidas, pero a partir de cierto momento (gracias a Giordano Bruno, Kepler, Galileo y otros) se separaron de forma definitiva.
Se pueden encontrar, fácilmente, ejemplos del quehacer de los astrólogos; por poner en caso, si tecleamos en el buscador Google la palabra “astrólogo”, una de las primeras entradas corresponde a la página personal de Ismael Gil, “diplomado en parapsicología y astrología por el Instituto de Ciencias Parapsicológicas Hispano Americano y por el Centro de Estudios Astrológicos de Barcelona”.
En su artículo “Las eras astrológicas”, publicado en la revista Karma en diciembre de 1999, podemos hallar párrafos de este tipo:
Cada era está signada por un emergente paradigma que viene a reemplazar al que, por ley de ciclo, ya está caduco. Por esto, cada ciclo renovado aporta nuevas consignas, siempre en sintonía con el signo astrológico que las arropa, valores que siempre impulsa un nuevo líder espiritual. En Piscis, la era en la que todavía estaremos por largo tiempo, fue Jesucristo el principal encargado de tan sublime misión. El enseñó el camino de la fe, de la renuncia y la oración, todos, valores genuinamente piscianos. ”
La astrología, como disciplina de observación de los ciclos naturales, estudia la correlación entre el devenir celeste y el acontecer terrestre, apoyándose en la naturaleza cíclica de toda realidad objetivada y en la certeza contrastada de la existencia de una interconexión sutil de todos los planos de manifestación.
Bien, la pregunta lógica es, ¿mediante qué experimentos está contrastada esta supuesta interconexión? A esta pregunta no he hallado ninguna respuesta satisfactoria.
En otro artículo, “Consideraciones astrológicas sobre el código penal”, nos podemos encontrar ridiculeces del siguiente calibre:
El tránsito de Plutón en Sagitario va a modificar substancialmente el ámbito judicial en todo el mundo de forma tangible [...].Es aceptado que Plutón, entre sus múltiples atribuciones, tiene fama de socavar y minar aquellos contextos o estamentos afectados por su lento peregrinaje, obligando a llegar al punto de fusión irreversible que permite resurgir de forma renovada y encarar un nuevo proyecto, más eficiente y operativo.”
A continuación, cito textualmente la respuesta que recibí tras escribir a un consultorio de Astrología natal, adjuntando datos personales reales (huelga decir que cuando una disciplina que pretende ser seria expone sus servicios de forma global y generalizada a través de internet, con requisitos tan simples como adjuntar datos personales, la supuesta seriedad de la tal disciplina empieza a ser más que dudosa)
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Entre las personalidades que han declarado públicamente su convicción en la validez de la astrología, están Richard Tarnas (cuyo libro Cosmos y psique, aparecido en 2006, exponía las relaciones que, según el autor, existen entre los movimientos y posiciones relativas de los planetas con la experiencia humana) y el excéntrico Kary B. Mullis, premio Nobel de química por el desarrollo de la técnica conocida como PCR (Polimerase chain reaction)
La astrología se puede desmontar de mil maneras; podría simplemente recurrir al principio de autoridad, refiriendo que, salvo rarísimas excepciones, todas las personas con formación en astrofísica, astronomía, matemáticas, etc, rechazan la astrología, y que los llamados “astrólogos” son personas sin conocimientos ni cualificaciones profesionales en el campo de la astronomía.
Podría, también, hacer referencia a los métodos empleados: mientras que los astrónomos y astrofísicos utilizan a gran nivel las matemáticas y las más refinadas técnicas experimentales al alcance de la tecnología actual, los estudiosos de la astrología no siguen el método científico y ni siquiera hacen uso de la tecnología o de la deducción matemática (propia de todas las ciencia y en especial de las referentes a la física y la astronomía). Debe aclararse que la referencia a los métodos de trabajo empleados no puede, como en todo casi sí podría hacerse con el primer argumentó que esgrimí, tildarse de falaz en ningún caso, ya que me he limitado a señalar objetivamente como los instrumentos y herramientas de los que devienen los conocimientos astrológicos son notablemente más endebles e imprecisos que los métodos usados en materias científicas (como la astrofísica o la astronomía).
Podría también mostrar, simplemente, como los horóscopos, no ya de periódicos como el ABC, sino de revistas “especializadas”, se contradicen entre sí en diferentes publicaciones y diferentes épocas. Por último, podría, como hacía Carl Sagan, satirizar este despojo de la cultura humana haciendo notar que “en el momento de mi nacimiento, debido a la distancia, la interacción gravitatoria entre el ginecólogo y yo era mayor que la que ejercía el planeta Marte” . También es de Carl Sagan el siguiente párrafo, que apareció en el libro El mundo y sus demonios:
Se pueden formular un buen número de críticas válidas de la astrología: por ejemplo, su aceptación de la precesión de los equinoccios al anunciar una «era de Acuario» y su rechazo de la precesión de los equinoccios al hacer horóscopos; su ignorancia de la refracción atmosférica; su lista de objetos supuestamente celestiales que se limita principalmente a objetos conocidos por Tolomeo en el siglo II e ignora una enorme variedad de nuevos objetos astronómicos descubiertos desde entonces; [...] la imposibilidad de la astrología de pasar el test de los gemelos idénticos, las importantes diferencias en horóscopos hechos a partir de la misma información de nacimiento por diferentes astrólogos, etc.”
Pero la astrología es solo uno de estos preocupantes y abundantes casos de incultura científica que cunde en nuestra sociedad. Tenemos, por ejemplo, la ufología, el “estudio” de los fenómenos OVNI y de los contactos de los extraterrestres con la humanidad. Antes de refutar brevemente algunas de las afirmaciones de esta disciplina, me gustaría señalar que, por supuesto, nunca veremos a ningunos de estos ufólogos asociados al magnífico proyecto S.E.T.I, y que nunca habremos visto, por supuesto, al profesor Frank Drake o a alguno de sus colegas defendiendo las ideas y hechos que sostiene la ufología (lo mismo cabe decir para el caso de la astrología).
Lo primero que cabe señalar es que, ¡oh, sorpresa!, la ufología tampoco hace uso del método científico. Y, además, me apostaría todo lo que pudiera, aun sin haber indagado con demasiada profundidad, a que nunca veremos a Íker Jiménez o a Juan José Benítez trabajando con un radiotelescopio o manejándose con algunas ecuaciones.
De nuevo, creo que es interesante señalar que, entre los ufólogos más “respetados”, no hay ninguno que provenga de una educación científica (con la excepción del Dr. Jiménez del Oso, psiquiatra que se pasó posteriormente al periodismo), siendo la mayoría de ellos periodistas. Soy consciente de que mi argumento se puede calificar de falaz, en cuanto a que se basa en una variante del principio de autoridad; no obstante, creo que aquí lo falaz sería afirmar algo como, “X, que es premio Nóbel y doctor en tal y tal cosa, niega la validez de P, luego P es falso”, pero yo aquí no estoy proclamando la validez ni la invalidez de ninguna hipótesis en base a la cualificación o la no-cualificación de otros, sino que simplemente señalo, objetivamente y como mero indicador estadístico, que se da la circunstancia de que todos los científicos reconocidos por su comunidad y que han realizado aportaciones, rechazan la veracidad de las afirmaciones de los ufólogos (y de los astrólogos) y que los que realizan tales afirmaciones son personas sin conocimientos, competencias ni reconocimiento en las disciplinas científicas relacionadas con la naturaleza de las hipótesis que ellos postulan; si a pesar de ello, el gran público quiere darle la misma credibilidad a unos y otros, ya es problema suyo.
Pasando a un breve intento racional de refutar la base de la ufología, al margen de las anteriores consideraciones (que realmente son extrapolables a cualquier clase de pseudociencia), un punto importante a señalar es que, de acuerdo con la teoría, actualmente aceptada y establecida sobre principios muy sólidos (tanto matemáticos como experimentales), de la relatividad especial de Einstein, la velocidad de la luz supone un límite físico inalcanzable, en cuanto a que se requeriría una cantidad infinita de energía para alcanzarla. Así, y considerando las enormes distancias que nos separan de otros sistemas planetarios fuera del sistema solar (donde la vida inteligente está descartada con absoluta seguridad), del orden de decenas, cientos, miles o millones de años-luz, existe un impedimento tecnológico casi absoluto de que naves de hipotéticas civilizaciones alienígenas hayan llegado hasta nuestro sistema solar, y aun considerando que tecnológicamente se superara tal impedimento, ¿quién demonios haría un viaje de cientos de años –¡aun suponiendo que se pudieran alcanzar velocidades cercanas a la de la luz!- para llegar hasta nuestro planeta? ¿Y cómo sabría de antemano las coordenadas a dónde dirigirse? De nuevo, quiero señalar la clave de por qué considero anticiencia tanto la astrología como la ufología, y es que ninguna de las dos disciplinas sigue el método científico, hace uso de tecnología para llevar a cabo experimentos rigurosos, o se sirve de las matemáticas, hechos éstos que indican la escasa, cuando no nula, fiabilidad de los métodos empleados por estas disciplinas.

CREACIONISMO

Durante mucho tiempo, se pensó que los seres vivos habían sido creados por algún tipo de divinidad y que las especies no sufrían cambios a lo largo de los siglos. Esta idea, sin embargo, resultó falsa, y hoy día sabemos que las especies evolucionan lentamente mediante el mecanismo de selección natural descubierto por Darwin, que actúa sobre la variabilidad genética de las poblaciones. Los partidarios del creacionismo (o del diseño inteligente, que es igualmente una corriente antievolutiva) afirman que en las enseñanzas de biología se debería explicar la selección natural y la evolución en contraste con sus “teorías” alternativas; no obstante, la comunidad científica ha señalado lo disparatado que resulta esta proposición, dado que ni el creacionismo ni el diseño inteligente cumplen los requisitos necesarios para ser una teoría científica. La Academia nacional de Ciencias de EE.UU., en un comunicado llamado Science, Evolution, and Creationism, mostró su opinión recalcando la importancia de “diferenciar entre lo natural y lo sobrenatural, de forma que no se obstaculice el desarrollo de aquellos elementos que hacen al bienestar de los seres humanos.”[
Además, por supuesto, la evolución cuenta con multitud de diferentes pruebas que vienen de diversos frentes, como la anatomía comparada, la paleontología, las más punteras técnicas bioquímicas, etc. Por mencionar algunas, están los órganos homólogos, que por un proceso de radiación adaptativa dan lugar a estructuras con un mismo origen y distinta función (tenemos el ejemplo del quiridio, propio de los vertebrados tetrápodos); también están las fuertes semejanzas que muestran los diferentes seres vivos en los comienzos del desarrollo embrionario (por ejemplo, todos los cordados presentan hendiduras branquiales en algún momento de su desarrollo, entre otros muchos ejemplos); o, por mencionar algunas obtenidas desde la biología molecular, la casi total universalidad del código genético y la utilización por parte de todos los seres vivos del ATP, hechos éstos que sólo se explican desde un origen común.
Entre los antievolucionistas más destacados, partidarios del diseño inteligente, están el matemático y teólogo William Dembski y el bioquímico M. J. Behe, que es el único partidario destacado del Diseño Inteligente con una carrera en el mundo de la biología. En su página de presentación de la web de la universidad de Lehigh (dirección que indico en la bibliografía), se puede leer un comunicado del propio Behe resumiendo las ideas que expondré a continuación y explicando que todo sus colegas biólogos disienten de sus opiniones en el campo de la evolución.
Behe es particularmente conocido por el argumento de la complejidad irreducible, que parte de la afirmación del propio Darwin de que “si se pudiera demostrar que ha existido algún órgano complejo que no fue formado por numerosos y sucesivos cambios pequeños, mi teoría se desmoronaría por completo.” Lo que viene a decir Behe, es que existen estructuras biológicas tan complejas que no pueden surgir como resultado de pequeñas acumulaciones, porque si se quita cualquier componente de tal estructura se perdería la funcionalidad. Para mostrar este hecho, pone el ejemplo del flagelo bacteriano. Veamos una de sus ideas fundamentales, que apareció en su libro La Caja Negra de Darwin: El Reto Bioquímico a la Evolución:
“El flagelo de las bacterias es un buen ejemplo [de la complejidad irreducible]. Ellos son como motores fuera de borda que las células bacterianas usan para su autopropulsión. Tienen una hélice larga, como un látigo, que es girada por un motor molecular. La hélice está unida al motor por una junta universal. El motor está sostenido por proteínas que actúan como una base de estabilización. Otras proteínas actúan como cojinetes que permiten al eje penetrar la membrana bacteriana. Hacen falta docenas de proteínas para que obtener un flagelo operativo. En la ausencia de casi cualquiera de ellas, el flagelo no funciona o no puede ser construido por la célula.”
El biólogo Kenneth Miller (profesor de biología en la Universidad de Brown y fuerte critico de las corrientes antievolucionistas a la par que católico) contestó a este argumento en los siguientes términos:
“El punto, entendido desde hace mucho tiempo por la ciencia, es que pedazos y piezas de las máquinas supuestamente irreduciblemente complejas pueden haber tenido diferentes (pero aún útiles) funciones. [...] Él [Behe] escribe que la ausencia de “casi cualquiera” de sus partes hace que el flagelo bacteriano “no funcione.” Pero un pequeño grupo de proteínas del flagelo sí funciona sin el resto de la máquina. Es usado por muchas bacterias como un dispositivo para inyectar venenos a otras células. A pesar de que la función llevada a cabo por esta parte pequeña es diferente cuando trabaja sola, aún así puede ser influenciada por la selección natural.”
De esta forma, se muestra como el argumento de la complejidad irreducible resulta no válido. En general, mi opinión personal es que uno, si quiere, puede creer que existe una divinidad sobrenatural controlando en un última instancia el proceso evolutivo, pero hay que tener claro que esto es una fe personal (como si uno cree en Zeus, o en Tutatis y Belenos, o en cualquier otro dios en general) que en ningún caso se puede erigir como una hipótesis con credibilidad científica. Además, hay otro problema básico en el Diseño Inteligente, y es el hecho de que -caso de que fuera cierto que existe una inteligencia diseñadora- esta “teoría” no aporta nada, ya que al explicar la evolución y sus mecanismos se basa en algo (el presunto diseñador) que, como mínimo, debe ser tan complicado como lo que se está explicando, por lo que lo único que se consigue es retraer la cuestión al terreno de lo sobrenatural, donde pretender hacer ciencia no tiene sentido.
Por otra parte, uno de los mayores y más famosos críticos del creacionismo es Richard Dawkins, un etólogo y biólogo evolucionista, quien ha calificado a éste de “falsedad ridícula y estupidizadora”, y que en la tercera parte de su documental, El genio de Charles Darwin, lanzó algunas opiniones acerca de las críticas al evolucionismo. Al recurrente argumento creacionista basado en la imposibilidad de que la evolución diera lugar “de repente” a la perfecta estructura del ojo, respondió que “el ojo no había aparecido repentinamente. La ciencia ha descubierto especies en cada etapa de la evolución del ojo, siendo esta evolución un proceso acumulativo y gradual”. Además, mostró como en realidad hay diversas imperfecciones en nuestro organismo, como el conocido punto ciego del ojo, los huesos de leche, etc, incompatibles con la existencia de un “diseñador inteligente”.
Una confusión importante que existe en torno a la enseñanza de la evolución, el creacionismo y el diseño inteligente, consiste en la empobrecedora idea de que se deben respetar las diferentes creencias de las personas; no obstante, cuanto tal respeto implica necesariamente la negación de un hecho científico (“La evolución se ha observado, es sólo que no se ha observado mientras estaba ocurriendo”, comentó Dawkins en una entrevista), el resultado es una educación sesgada por culpa de la intromisión de ideas primitivas y supersticiosas en el campo de la ciencia. Dawkins mencionó este hecho en su libro El relojero ciego:
“Casi todo el mundo a lo largo de la historia, hasta la segunda mitad del siglo diecinueve, ha creído firmemente en lo contrario [a la evolución biológica], la teoría del Diseñador Inteligente. Bastante gente aun lo cree así, quizás porque la verdad, la explicación darwiniana de nuestra propia existencia, no forma aun parte de los planes de estudio generales.” (La traducción es mía).
De todos los temas tratados en este trabajo, quizás éste sea el de mayor importancia, ya que las pseudociencias y especulaciones antievolucionistas suponen un movimiento muy amplio y solidamente establecido en diferentes sectores sociales (particularmente en Estados Unidos) que constituyen la negación directa de un hecho científico. Este disparate ha de ser remediado implantando una educación que sea independiente de la cultura religiosa y de las creencias, y que se base en las evidencias y en la buena ciencia. De otra manera, empeoraremos esta triste y paradójica situación en la que, disponiendo nosotros de todas las ventajas reportadas por la racionalidad a través de la ciencia, la medicina moderna y lantecnología, vivimos, sin embargo, en una sociedad carcomida por los ritos y las creencias irracionales.

EL “MÁS ALLÁ”

Comentaré ahora un ejemplo más controvertido; el del “más allá”, el de la vida después de la muerte. En mi opinión, aunque éste es un tema confuso dado que no podemos obtener datos empíricos, creo que podemos llegar a la posición más científica y racional posible a través del “argumento fisiológico”, el que esgrimía Bertrand Russell en su libro Por qué no soy cristiano. Brevemente, la idea de este argumento, desde mi punto de vista, se podría resumir en la actualidad con bastante precisión gracias a los avances en neurociencia y en neurofisiología. Aunque la neurociencia es una ciencia que, en muchos sentidos, se puede considerar en ciernes y que, con toda seguridad, se enfrenta al objeto de estudio más complejo de la naturaleza, en la actualidad se asocia con bastante precisión varias actividades cognitivas, sentimientos, etc, a determinadas áreas cerebrales y circuitos o ciclos bioquímicos muy concretos.
Así, y dado el estado actual de las investigaciones, podemos considerar que todo la inteligencia, recuerdos, memoria, sentimientos, emociones, pensamiento, etc, encuentran una correlación con unas determinadas estructuras neurofisiológicas y unos muy concretos, si bien complejos, procesos bioquímicos; por lo que, se deduce, en el momento en que morimos y nuestra estructura cerebral se desintegra y se desordena paulatinamente; nuestros recuerdos, pensamiento, auto-conciencia, etc, también desaparecen.
No estoy afirmando que esto sea así sin ninguna duda, pues no quiero caer en el error de dar saltos emocionales en un argumento de corte racional; y dado que no podemos falsar esta hipótesis ni apoyarla con ningún otro modelo teórico más contundente (al menos con el estado actual de las neurociencias), debemos aceptar que la verdad sobre la cuestión de qué pasa tras la muerte será siempre incognoscible; no obstante, si debemos situar la cuestión en términos de probabilidades, es coherente pensar que, con bastante probabilidad, tras la muerte, simplemente, está la nada.
Esto no es una conclusión satisfactoria, no es una realidad agradable ni atractiva; es simplemente a lo que apunta lo que hasta ahora sabemos.
Visto esto, se puede ver fácilmente lo absurdo que resultan todas las especulaciones sobre la comunicación con el mundo de los muertos, la Ouija, etc, que, evidentemente, tampoco hacen uso del método científico ni se sustentan bajo ningún tipo de premisas coherentes desde un punto de vista lógico.

HOMEOPATÍA


Mucho se puede discutir también sobre medicinas alternativas, efecto placebo, etc; pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que todos los supuestos tratamientos naturales y “mágicos” o curaciones y cosas similares (siempre, por supuesto, de enfermedades menores), tienen una explicación fisiológica que no contradice, ni sorprende, a la ciencia médica convencional.
Por poner un ejemplo, investigadores de las universidades de Michigan y Maryland, en Estados unidos, postularon hace no más de un año, tras un ensayo clínico, que el efecto placebo está relacionado fuertemente con un núcleo de neuronas del encéfalo conocido como núcleo accumbens, así como con un neurotransmisor llamado dopamina. Las reacciones cerebrales relacionadas con el efecto placebo resultaban ser de mayor o menor grado en función de la predisposición previa de los sujetos con los que se experimentó, hecho éste que podría dar cuenta de la eventual eficacia de las terapias con medicinas alternativas, como es el caso de la homeopatía:
“...La investigación reveló fuertes vínculos entre respuestas individuales a un analgésico placebo y la actividad del neurotransmisor conocido como dopamina en una zona del cerebro conocida como núcleo accumbens. Es una pequeña región en el centro del cerebro vinculada a la habilidad de experimentar placer y recompensa e incluso hacerse adicto a las sensaciones causadas por ciertas drogas ilícitas. ” (Extracto de un artículo colgado en la web de la Universidad de Michigan; ver bibliografía)
En cuanto a la homeopatía, todas las evidencias e investigaciones científicas señalan que sus enunciados y leyes carecen de pruebas empíricas sólidas y que posee grandes contradicciones e incoherencias con principios básicos de la ciencia moderna; por ejemplo, en las primeras disoluciones homeopáticas, medicamentos como el Oscillococcinum se prescribían en disoluciones de 200 C (después explicaré que significa esto), que requerían un número de moléculas de agua mayor al número de partículas elementales del universo. Comentaré sus aspectos principales, que tomo del libro Ciencia o Vudú, de Robert L. Park:
Hahnemann, un médico alemán, publicó en 1810 una obra de capital importancia para la homeopatía moderna: Organon der Rationellen Heilkunde. En su obra, Hahnemann expone dos ideas fundamentales: la Ley de la semejanza o la similitud, con la que explica que aquellas sustancias que causan unos determinados síntomas pueden hacerlos desaparecer en una persona que los padece, y la Ley de los Infinitesimales, con la que explica que las sustancias han de ser disueltas en una parte por diez (o a veces en una parte por cien) sucesivas veces para que su efecto sea mayor. El gran error de Hahnemann al establecer su Ley de la similitud fue que enunció un principió universal partiendo de una única experiencia: el hecho de que la quitina, al ingerirla, le produjo los síntomas clásicos de la malaria. Siguiendo su Ley de los infinitesimales, Hahnemann preparó sus medicinas diluyendo extractos de alguna hierba natural: una parte de la medicina por diez de agua, luego agitaba la disolución y volvía a repetir el procedimiento numerosas veces, hasta llegar a disoluciones extremas. Así, por ejemplo, si vemos un medicamento homeopático con una solución de “30 X” (es decir, que se ha diluido una parte de la medicina por diez de agua, se ha agitado, y se ha repetido treinta veces este proceso), es fácil ver que necesitaríamos beber 30.000 litros para ingerir una molécula de la medicina.
Esta especie de “no medicina” se administra usualmente en forma de tabletas o píldoras de lactosa que contienen una gota de la disolución (que puede ser 30 X o más aún), ya evaporada. Los homeópatas, ya conscientes de que sus preparados no pueden contener siquiera una molécula de las sustancias naturales que suponen curativas, argumentan la capacidad de “recordar” del agua, de modo que la información de la sustancia natural empleada (seleccionada según la Ley de la similitud) pasa al agua (y posteriormente a la lactosa, ya que el agua, como indiqué, se evapora. Veamos todo este enredo de supuestos milagros con unos ejemplos que comenta Robert L. Park en su libro ya citado:
En una de las obras capitales de la homeopatía, Healing with Homeopathy, se expone que para curar una erupción provocada por un pañal hay que aplicar una planta llamada Rhus toxicodendron, que, por supuesto, provocaría erupciones en alguien sano. No obstante, los extractos obtenidos de esta planta se aplicarán en una solución de 30 C (diluir una parte de la medicina por cien de agua y repetir este proceso treinta veces), de forma que, a no ser que creamos que realmente unas tablas de lactosa recuerden la información que recordaban unas gotas de agua (según las extravagantes teorías de Jacques Benveniste, homeópata francés, en forma de ondas electromagnéticas) poco importa los síntomas que pueda causar esta planta, ¡pues no se encuentra en la solución aplicada!
Otro ejemplo: para la diarrea infantil se recomienda el trióxido de arsénico, también utilizado como veneno para ratones; sin embargo, no hay por qué preocuparse: la solución recomendada es, de nuevo, de 30 C.
Benveniste, antes citado, publicó, en 1988, un artículo en el que afirmaba, literalmente, que “una solución de un anticuerpo seguía produciendo una respuesta biológica aunque se diluyera a 30 X”. Una forma fácil de refutar este tipo de ideas era comprobar que si una solución a, por ejemplo, 30 X producía una determinada reacción, y al reducir la concentración a cero la misma reacción persistía, entonces quedaba claramente demostrado que la sustancia diluida no tenía ninguna relevancia en la solución aplicada, sin embargo, para Benveniste, como hemos visto, esto solo significaba que el agua “recordaba” la información. Lo cierto es, que John Maddox, editor de Nature por aquella época, instó a diversos grupos de científicos a repetir escrupulosamente los experimentos de Benveniste, con ánimo de establecer un debate científico serio (en lugar de rechazar directamente el artículo, como propusieron otros científicos). La respuesta fue contundente: “En ningún aspecto los datos coinciden con lo publicado por el homeópata francés”.
En un artículo sobre el caso Benveniste, titulado ¿Es efectiva la homeopatía?, de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, se expone detalladamente los hechos que acaecieron tras la publicación en Nature de los experimentos de Benveniste, coincidiendo la versión con la de Robert L. Park, aunque aportando datos más técnicos.

La existencia de la memoria del agua permitiría justificar los postulados de la práctica homeopática.”
Y, sin embargo, experimentalmente esto sigue careciendo de cualquier indicio de evidencias, a la par que, basándonos en principios científicos sólidamente establecidos de la física y la química, esto resulta ser un enunciado imposible.
“dos de los miembros del equipo de Benveniste eran pagados directamente por la empresa de productos homeopáticos Boiron. El mismo Benveniste, ya unos años antes, había sido miembro del consejo de administración de otra empresa similar.”
Hecho que, sin duda, resulta notablemente sospechoso. En este artículo, se critica igualmente la base científica de las conclusiones de Benveniste mediante datos técnicos referidos a las propiedades de los leucocitos y los anticuerpos.
“la revista Science & Vie ofrecía un millón de Francos al equipo de Benveniste si podía reproducir los resultados de su experimento, en un laboratorio puesto a su disposición por el profesor Jean Dry, presidente de la Unión Terapéutica Internacional. [...] Pero en esta ocasión, el experimento sería controlado rigurosamente por un jurado presidido por Dry. La respuesta de Benveniste, publicada el 31 de Diciembre de 1988 en Le Monde fue que “La investigación médica no se realiza en teatros de feria. Rehúso, evidentemente, presentarme ante no sé qué tribunal compuesto por periodistas y científicos...””
Respuesta ésta que deja patente el carácter dogmático y cerrado con que Benveniste se tomó las críticas a sus teorías.

CONCLUSIÓN
Como conclusión, extraigo la idea de lo necesario que resulta aprender a seleccionar el conocimiento, con espíritu crítico, distinguiendo científicos de payasos sensacionalistas con afán de notoriedad, siendo conscientes de que todo lo que podamos hacer por extirpar la mística y pseudociencia de nuestra sociedad para implantar y fomentar una cultura científica será positivo, teniendo asimismo la motivación necesaria para esforzarnos por comprender nuestro universo y a nosotros mismos.
Ciertamente, me parece que una persona que se declare un convencido de la validez de la astrología, que vea a Íker Jiménez pensando que está adquiriendo cultura, que se muestre convencido de cualquier tipo de idea trascendente, metafísica o, en definitiva, no científica, es una persona que está sesgando su individualidad intelectual y demostrando que carece de una verdadera mentalidad crítica y racional. En definitiva, creo que todo lo dicho puede condensarse en una vieja cita dicha por, de nuevo, Carl Sagan: “...La vida es sólo un vistazo momentáneo de las maravillas de este asombroso universo, y es triste que tantos la estén malgastando soñando con fantasías espirituales".

BIBLIOGRAFÍA

General
http://es.wikipedia.org/wiki/Pseudociencia
Qué significa todo eso; 3ª conferencia Richard P. Feynman

Astrología y ufología
Cosmos y psique; prólogo Richard Tarnas
http://www.ismaelgil.com/index1.htm (página personal de un diplomado en astrología)
http://astral.idilis.ro/espanol.htm (página web de consultas astrológicas)
http://es.wikipedia.org/wiki/Carl_Sagan
http://www.carlsagan.com/
http://www.astromia.com/biografias/sagan.htm
Efecto placebo y Homeopatía
Ciencia o Vudú; capítulo 3: págs 79-91 Robert L. Park
http://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_placebo#Efecto_fisiol.C3.B3gico_del_placebo
http://www.tendencias21.net/Descubren-como-funciona-el-efecto-placebo_a1702.html
http://www.ns.umich.edu/Es/_story.php?id=5952 (página en español de la Universidad de Michigan donde se explica el ensayo clínico efectuado para indagar sobre el efecto placebo)
http://www.arp-sapc.org/articulos/homeopatia/benveniste.html (detallado relato sobre “el caso Benveniste” de la Sociedad Para el Avance del Pensamiento Crítico)

El “más allá”
Por qué no soy cristiano; capítulo 4: págs 50-53 Bertrand Russell

Evolución y creacionismo
El relojero ciego; capítulo 1 Richard Dawkins
La guerra de la ciencia; documental emitido en La noche temática la noche del siete de febrero de 2009, donde salían extractos de entrevistas y comentarios de Dawkins, Behe y Dembski
El genio de Charles Darwin; (documental), 3ª parte
http://www.lehigh.edu/%7einbios/faculty/behe.html (Página de presentación de M.J. Behe)
http://www.actionbioscience.org/esp/evolucion/nhmag.html (artículos sobre diseño inteligente)
http://es.wikipedia.org/wiki/Creacionismo
    


Escrito por SP para el blog Las Dos Sombras

2 comentarios:

  1. Invocar el principio de autoridad no es de recibo, Aristóteles fue autoridad y fue revocado. E invocar la metodología tampoco lo es, porque tu adaptas la metodología al objeto del estudio y los propios métodos son testados por la experiencia. Matemáticos, precisos y predictivos eran los ciclos y epiciclos de la teoría geocentrica y ya ves donde fue a parar. Tarnas apoya su astrología en la sincronicidad que postulaban Pauli, Bohn o Jung. Podrás decir que no está probado, pero tampoco la materia lo está, siguen siendo conceptos metafísicos.

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